La cuadratura de la economía circular.

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Esta semana han tenido lugar en Granada dos eventos relacionados con la llamada “economía circular”; el primero de ellos fue el Foro de la Economía del Agua, el cual, en palabras de la propia organización en su décima edición, se ha convertido en un prestigioso punto de encuentro, reflexión y debate, sobre cuestiones de especial relevancia como son el contrato social del agua, que implica dialogar para alcanzar un gran consenso sobre temas cruciales como una gestión avanzada y sostenible de este recurso”.

El segundo, relacionado con el anterior, fue un ciclo de encuentros promovidos por la OCDE ligados a su proyecto «La economía y la gobernanza de la Economía Circular en Ciudades», con el que pretende recopilar una serie de propuestas en diferentes foros constituidos por representantes de distintos sectores de actividad, para identificar soluciones con las que afrontar en las ciudades las oportunidades que brinda el nuevo modelo de economía para hacer de las ciudades espacios donde los protagonistas sean sus habitantes. En éste se me brindó la oportunidad, como director de marketing de la entidad de dinero electrónico SEFIDE EDE, de aportar las soluciones que, desde la perspectiva del sector financiero-tecnológico, pueden contribuir a acercar los procesos de la administración local a los ciudadanos.

El concepto de “economía circular” nació hace prácticamente cuatro décadas como intento de reproducción de los procesos no lineales que tienen lugar en el medio ambiente sobre el modelo de economía imperante en todo el mundo, en el que básicamente se sigue el esquema de abastecimiento, producción, distribución, utilización, eliminación. Dese entonces, otras teorías han surgido (economía azul, biomímesis, ecología industrial…) para atender la necesidad de encontrar soluciones al desajustado consumo de recursos naturales, a la excesiva contaminación medioambiental y al inevitable cambio climático al que vamos abocados como consecuencia de la desequilibrada relación de la especie humana con su entorno.

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Como muchos científicos denuncian y movimientos civiles manifiestan, el tiempo se nos agota al mismo ritmo que las fuentes de materias primas y la capacidad del planeta de asimilar nuestros desechos.

El informe publicado en 2012 por la Fundación Ellen MacArthur apuntaba la urgencia de repensar el uso que hasta ahora hemos hecho de las materias primas y de la energía, responsable de la prosperidad económica de muchos países pero también, y al mismo tiempo, del agotamiento de los recursos naturales y del modelo de un crecimiento económico que ya no se sostiene por la volatilidad de los precios, por los desequilibrios geográficos y sociales, y por su condicionamiento hacia futuras crisis económicas y energéticas. La economía circular es restaurativa y regenerativa, y propone que los productos, componentes y materias mantengan su utilidad y valor máximos en todo momento, distinguiendo entre ciclos técnicos y biológicos. Este nuevo paradigma económico trata, en definitiva, de desvincular el desarrollo global del consumo de recursos finitos.

La transición hacia una economía circular no es fácil por muchas razones. A pesar de la voluntad manifestada por algunos líderes políticos y economistas de prestigio de mantener el valor de los recursos usados el mayor tiempo posible, potenciando su eficiencia y sostenibilidad, el problema esencial es que la gran mayoría de las grandes empresas que soportan la estructura económica global no parecen estar dispuestas a perder terreno en la explotación y distribución de materias primas. Ni a ceder el control de muchos gobiernos de países emergentes necesitados de ganar terreno en su particular conquista del capitalismo de estado.

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En la comunicación de diciembre de 2015 de la Comisión Europea al Parlamento, al Comité Económico y Social europeo y al Comité de las Regiones, se recoge expresamente el objetivo de garantizar la disposición del marco normativo adecuado para el desarrollo de la economía circular en el mercado único, y la transmisión de señales claras a los operadores económicos y a la sociedad en general sobre el camino a seguir respecto de los objetivos de residuos a largo plazo, así como el conjunto de acciones concretas, amplias y ambiciosas que se llevarán a cabo antes de 2020.

Un objetivo encomiable, sin duda. No obstante, sorprende que se aconseje cómo resolver las cuestiones que afectan a los procesos productivos, al consumo, a la gestión de los residuos y materias primas (desde los biológicos a los tecnológicos) y la orientación de la innovación, pero no se abordan dos cuestiones clave: el replanteamiento del sistema económico en sí mismo y el traslado del concepto circular de la economía a la gestión del principal de los recursos, las personas como palanca que impulsa el progreso y el desarrollo mediante su trabajo.

La economía circular podría ayudar a salvar el planeta (ya es urgente y preciso hacerlo), pero si se mantiene dentro del paradigma económico imperante no se resolverán los desequilibrios en la distribución de la riqueza y el acceso a los recursos económicos que ya conocemos. En el plano laboral, si se mantiene la linealidad en el proceso de formación, contratación, maduración profesional y despido, ¿de qué nos sirve reciclar los materiales si no aprovechamos los valores intelectuales y creativos de los trabajadores cuando las empresas afrontan procesos de regulación de empleo?

 

José Manuel Navarro Llena

@jmnllena

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