La exaptación como alternativa necesaria.

“Aunque un órgano puede no haber sido formado originalmente para un propósito determinado, si ahora sirve a este propósito, podemos decir justificadamente que ha sido especialmente elaborado para él”. Con esta afirmación, C. Darwin anticipó lo que más tarde definirían S.J. Gould y E. Vrba como “exaptación”.

La exaptación es un proceso evolutivo en el que un rasgo, normalmente físico, alcanza una función diferente a la que por selección natural había sido adquirida por un organismo para adaptarse a unas determinadas condiciones ambientales o de competencia. Ejemplos podemos encontrar en el pulgar del panda rojo, originalmente creado para el desplazamiento pero finalmente acomodado para la manipulación del bambú; la vejiga natatoria de los peces teleósteos es otra muestra de cómo los pulmones de sus antecesores, los peces pulmonados, terminan constituyéndose en un recurso para regular la flotabilidad; también en las plumas de las aves observamos como unas estructuras encargadas de la termorregulación evolucionan para servir de soporte especializado para el vuelo.

Panda roux en 5th arrondissement of Paris, París, Francia | Sygic ...

Cuando el órgano de una especie evoluciona para un fin o uso específico podemos decir que, en palabras de D.E. Thompson, aporta una solución óptima para un problema común, de manera que la función que desarrolla permite al individuo prosperar eficientemente en el entorno que habita. No obstante, algunos millones de años más tarde, si las condiciones medioambientales cambian y lo propician, puede empezar a ser utilizado para una función diferente que tiene poca o ninguna relación con la original, pero que permite a la especie sobrevivir y garantizar su continuidad.

En biología, el término exaptación resume lo que podríamos llamar fenómenos de adaptación radical ya que estructuras que se desarrollaron para una finalidad terminan siendo extremadamente útiles para otra bien distinta. Este concepto, llevado al ámbito empresarial, propondría la idea de que funciones, procedimientos o productos diseñados para aportar soluciones a problemas concretos o satisfacer determinadas necesidades, son aplicados de una manera diferente o adaptados para resolver otros problemas o afrontar nuevos escenarios en los que el mercado se comporte de manera diferente (por ser distinto geográfica o conductualmente, o por haber sufrido una profunda desestabilización fruto de una crisis imprevista o sobrevenida). En este caso, estaríamos ante la denominada innovación disruptiva.

En la historia de los negocios hallamos muestras significativas de exaptaciones que cambiaron el rumbo particular de empresas en situaciones comprometidas o que impulsaron tendencias o revoluciones, como el ajuste del mecanismo de presión de la industria vinícola a la imprenta creada por J. Gutenberg. Listerine, Playmobil, Morning Star, Semco Systems, Evangelische Schule Berlin Zentrum, Buurtzorg, son algunas de las organizaciones que, para innovar, han aplicado ideas, funciones, metodologías o recursos que operaban adecuadamente en otros entornos o en industrias distintas a problemas que las podrían haber llevado a la desaparición, pero que consiguieron superar creando modelos competitivos diferenciales.

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La innovación disruptiva es arriesgada para cualquier tipo de organización, como la exaptación en la naturaleza, aunque puede conducir al éxito o, al menos, evitar el fracaso o la extinción. La crisis de la Covid19 ha forzado a pequeñas y medianas empresas a adecuar, para no desparecer, sus procesos productivos a la fabricación de mascarillas, EPI’s, respiradores, pantallas protectoras…, también al desarrollo de aplicaciones móviles, de nuevos canales de distribución, de servicios complementarios, a la adopción de tecnologías emergentes, a la orientación a otros targets, etc.

Las empresas, como la naturaleza, deben tener un propósito evolutivo que permita canalizar su potencial creativo para contribuir a generar novedades y adaptaciones útiles para su supervivencia. No obstante, como decía V. Frankl, el éxito no debe perseguirse, sino que debe ser el resultado o efecto secundario involuntario de la dedicación personal (o colectiva) a una causa más grande que uno mismo.

De la misma manera que la naturaleza (o la evolución) no hace planes, en un mercado convulso como el actual, las empresas deberían reconsiderar el hábito de planificar y poner objetivos a medio/largo plazo ya que, con ello, obligan a sus metodologías y procesos a lograr lo que sucedería dentro de “x” años y, en cambio, tendrían que involucrarse en el descubrimiento de aquellos indicadores que les permitan adecuarse a la actual realidad cambiante, ajustando el diseño de sus procesos y estructuras para participar activamente en lo que sucede a su alrededor.

Repensando la reflexión de D.E. Thompson expuesta más arriba, las empresas no deberían perseguir la mejor decisión posible, sino las soluciones factibles que puedan ser implementadas con rapidez y eficiencia (F. Laloux) y servir de modelo de negocio para garantizar su pervivencia en el futuro inmediato.

Los actuales modelos económicos, políticos y sociales también precisan del surgimiento de exaptaciones urgentes…, pero esto será objeto de otro artículo.

 

José Manuel Navarro Llena.

@jmnllena

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