Universo 25

Bajo el lema “Cooperación en un mundo fragmentado”, en el último Foro Económico Mundial (WEF) se analizaron los desafíos surgidos tras la crisis de la Covid-19, la continuidad de la guerra en Ucrania y la debilidad de la economía mundial afectada por la escalada de la inflación y la incertidumbre ante las tensiones geopolíticas protagonizadas por las grandes potencias.

Una de las claves manejadas fue dar protagonismo a la cooperación entre administraciones públicas y empresas privadas para afrontar un futuro plagado de riesgos sistémicos relacionados con aquellos desafíos, con la transformación cultural que sufre la sociedad a nivel global, y con el cambio climático y su repercusión en las crisis energética y alimentaria.

Lo paradójico es que, para facilitar el diálogo público-privado y potenciar los mecanismos de resiliencia individual y de las organizaciones, Microsoft y TI Accenture han creado una aldea colaborativa global, ubicada en el metaverso, para extender en el tiempo las reuniones presenciales del WEF y para hacer del restringido y exclusivo círculo de participantes un espacio más abierto y sostenible. Con ello se ha evidenciado, nuevamente, la brecha que separa a los que tienen los recursos y las capacidades para abrazar cualquier reto de los que no cuentan con los medios, la riqueza ni las habilidades necesarias para participar en ese selecto club. Los primeros (sus avatares) serán los que presuman de aportar ideas y compromisos para mejorar el mundo, y los segundos, por ausencia en esa aldea virtual, seguramente serán tildados de insolidarios. Y así, unos construirán el futuro y otros se amoldarán a él, como puedan.

World Economic Forum | iAgua

Pensar en el futuro desde la perspectiva de los que dominan la economía mundial, será siempre bajo el prisma de la maximización de sus cuotas de poder y de sus beneficios empresariales, aunque se maquille como contribución al incremento del estado de bienestar común. En teoría, ello debería significar la aplicación de políticas de redistribución de la riqueza y mejora de las condiciones de vida de las personas, pero en la práctica se traduce en el impuso del consumo y del gasto familiar para mantener el crecimiento sostenido de los ingresos empresariales vía ventas anuales. En otras palabras, hacer realidad la fábula del crecimiento infinito en un mundo finito.

A mediados del siglo pasado, J.B. Calhoun y otros científicos llevaron a cabo diversos experimentos (normalmente con roedores) para analizar cuándo se alcanzaba el punto crítico de densidad de una población expuesta a unas condiciones ideales de alimentación, de temperatura y de evitación de riesgos y amenazas externas, manteniendo la superficie del habitáculo.

Las condiciones favorables de recursos y espacio permitieron que el grupo creciera exponencialmente durante varias generaciones, hasta colapsar inesperadamente. Se observaron cambios en la conducta y en los roles habituales, incluso algunos miembros se aislaron y dejaron de interaccionar, dedicándose solo a acicalarse y alimentarse. En otros se incrementaron las disputas territoriales y la violencia entre géneros e intrafamiliar. Dos años después, sin haber alcanzado el punto crítico, la fertilidad descendió, dejaron de reproducirse y la población fue desapareciendo hasta extinguirse.

Universo 25: cómo el paraíso se convierte en un infierno - 08.06.2020, Sputnik Mundo

A este experimento se le denominó “Universo 25”. Extrapolar sus conclusiones a grupos humanos exige suma cautela por razones obvias. Por ello, J. Freedman decidió realizar una investigación similar con personas que debían ejecutar una serie de tareas siendo expuestas, en condiciones favorables, a superpoblación. El resultado fue la aparición de conductas agresivas, respuestas estresantes, aislamiento y apatía social a medida que aumentaba la densidad y las interacciones interpersonales. Esta respuesta fue denominada hundimiento o drenaje conductual.

La idea del crecimiento infinito, achacada al pensamiento capitalista (sobre todo al neoliberalismo), no deja de ser una falacia narrativa porque científicamente no se sostiene ni los recursos disponibles lo soportarían; y la observación de la historia económica de cualquier sociedad revela el comportamiento cíclico de períodos de progreso alternados con otros de recesión. Aun así, ¿por qué nos empeñamos en desear que la economía crezca indefinidamente?

La respuesta a esta pregunta puede estar en los orígenes de nuestra especie. Hace casi 300.000l años, en el Pleistoceno, ser cazador-recolector en unas condiciones climáticas extremas nos obligó a desarrollar cierta ambición por acaparar todos los alimentos disponibles, tantos como fuéramos capaces de transportar. Cuando el clima se suavizó en el Holoceno, 15.000 años atrás, aprendimos a cultivar la tierra y a domesticar animales. La necesidad de guardar alimento para afrontar la escasez se convirtió en codicia por almacenar grandes cantidades, ostentar más poder y acumular riqueza.

La Huella del Hombre: Los primeros agricultores de Anatolia fueron cazadores -recolectores - Periodista Digital

La ambición, como recurso evolutivo, para subsistir de aquellos cazadores-recolectores se transformó en los agricultores-sedentarios en avidez por acumular, incluso extrayendo recursos sin importar su previsible agotamiento mientras que los índices económicos sigan marcando un balance positivo.

Este hecho, expuesto de una manera muy simplificada, es el que puede justificar el espejismo de que el bienestar social ha de estar basado en el continuo crecimiento económico y en la confianza de que el mercado se autorregula. No obstante, como demostró W.F. Lloyd y posteriormente refrendó G. Hardin, perseguir la obtención de los máximos beneficios individuales en sistemas no regulados, puede conllevar la destrucción total del sistema. Por desgracia, las “ideologías económicas” carecen del rigor científico necesario para entender las terribles consecuencias de la maximización de los beneficios sin control, pero quienes las propugnan sí que las moldean, con cruel optimismo, con la forma del éxito económico derivado del consumo continuado (insostenible) y de la exaltación del estado de bienestar.

Quizá el estimado lector se pregunte ¿y qué tienen en común el estado de bienestar, el crecimiento infinito, la aldea global en el metaverso, los cazadores recolectores, los agricultores sedentarios y el drenaje cognitivo? Posiblemente nada. O, tal vez sí: un rumor en el aire… “bienvenidos al Universo 25”.

 

José Manuel Navarro Llena

@jmnllena.

 

 

 

 

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