El mapa financiero ha cambiado radicalmente en los últimos años, ya lo sabemos. A la fuerte reestructuración que ha sufrido la banca tradicional, se han sumado nuevos actores conocidos como fintech y “neobancos”. En los tres casos, el denominador común que los ha puesto en el mismo escenario de competencia es el fuerte desarrollo de la tecnología y, sobre todo, su extensión a las aplicaciones móviles.
Mientras que la banca convencional ha tenido que hacer un esfuerzo importante por arroparse de las nuevas tecnologías para proporcionar al cliente nuevos canales con los que operar sin necesidad de hacer uso de las sucursales, las fintech han nacido directamente con una estructura de negocio exclusivamente digital para soportar un modelo de relación financiera sin intermediarios, y los “neobancos” son empresas tecnológicas que han añadido una capa electrónica a la infraestructura bancaria ya existente de una entidad para simplificar y completar los procesos de un catálogo amplio de servicios que antes requerían de presencia física (desde el alta hasta la cancelación de un producto).
Estamos asistiendo a una rápida evolución de los modelos de relación entre el consumidor de servicios financieros y las entidades capacitadas para ello (reguladas y solventes), de manera que lo que antes era potestad casi exclusiva de la banca tradicional hoy se ha descompuesto en unidades estratégicas de negocio que lideran nuevos entrantes especializados en concentrar la oferta al cliente en soluciones sencillas y seguras, soportadas en aplicaciones móviles para ofrecer asesoramiento y gestión patrimonial, finanzas personales, social trading y microtrading, créditos y microcréditos (P2P, crowdlending, crowdfunding), factoring, confirming, gestión de divisas, medios de pago, seguros, etc…
En definitiva, verticales que están marcando las tendencias del sector en lo que serán las áreas de más impacto y crecimiento en los próximos meses, como destaca el Instituto de Estudios Bursátiles en su anuario 2017 de Banca Digital y Fintech, entre las que recalco las siguientes:
- Las Regtech (regulatory + technology) serán las nuevas compañías que ayudarán a reducir gran cantidad de tiempo y los elevados costes que las entidades financieras dedican al cumplimiento regulatorio, reduciendo los riesgos operacionales asociados con las obligaciones de compliance y presentación de informes.
- La directiva PSD2 en materia de pagos impulsará la participación de las fintech en la creación de API’s bancarias, que culminará con el desarrollo de plataformas de distribución de Servicios Financieros en formato Bank as a Service (BaaS).
- Los modelos B2C (orientados al cliente) evolucionarán hacia B2B (orientados a colaboradores empresariales y fundamentalmente otros bancos) en los que la relación esencial será la de proveedores de innovación.
- El software de inteligencia Artificial (AI) ha llegado para quedarse en el sector financiero, resolviendo con eficiencia el back-end (mejora la toma de decisiones en diferentes operaciones) y el front-end (para impulsar los servicios orientados al cliente) realizando las tareas de forma autónoma y convirtiéndose en el interfaz principal de las interacciones entre la empresa y los clientes.
- Consolidación del vertical de las Insurtech para afianzar la transformación digital del sector de los seguros apoyándose en nuevos productos como los microseguros y en la inclusión de tecnologías como el AI y el Blockchain.
No obstante, como subraya el informe elaborado por el World Economic Forum y Deloitte, el papel transformador de las fintech como elemento disruptivo ha sido marcar el camino que ha de seguir el sector financiero, aunque sus expectativas se han visto rebajadas debido a la insuficiente reacción del mercado. Por lo que la captación de clientes propios ha tenido que ser desplazada provisionalmente a favor de las alianzas con los operadores tradicionales. A los que, a su vez, han obligado a renovarse para mantener su nivel competitivo.
Uno de los potenciales de las fintech para transformar el ecosistema financiero es el aprovechamiento de la diversificación de las regulaciones centrales y la observación pormenorizada de las necesidades de los clientes, lo que ha dado lugar a una regionalización que permite llegar a puntos donde los niveles de exclusión financiera han sido tradicionalmente muy elevados, como son la mayoría de los países fuera del espacio europeo y norteamericano, en los que, por otra parte, se ha demostrado que las zonas con insuficiente cobertura de redes móviles responden más rápidamente al crecimiento financiero con una tecnología sencilla.
La inclusión financiera no necesariamente se ha de iniciar teniendo una cuenta bancaria sino realizando operaciones sencillas como pagos entre personas, lo que termina favoreciendo otro tipo de operaciones que, en su conjunto, podrían aumentar el PIB de los países en desarrollo en un 6%, según informe de McKinsey. Consultora que propone tres medidas para avanzar en la inclusión financiera digital: la creación de infraestructura móvil y digital, un entorno empresarial dinámico para los servicios financieros y productos que satisfagan las necesidades de los clientes de una manera superior a los que actualmente utilizan.
Hablemos entonces de inclusión fintech, donde la inclusión financiera se superpone a la inclusión digital no para incorporar más gente al sistema sino para entender qué motiva a las personas para adherirse a él.
José Manuel Navarro Llena
@jmnllena