“La Ciudad Comprometida”
La trama urbana que configura las poblaciones de la Alpujarra-Sierra Nevada está influenciada por las distintas civilizaciones que han poblado la comarca, fundamentalmente por la influencia de los moriscos y el concepto de “calle” o espacio urbano que ellos tenían, y por el concepto del mismo que tuvieron los repobladores cristianos.
Para los primeros, la calle era un reducto de la construcción de su casa. Apenas hacían una vida de sociedad en estos lugares; de ahí que su configuración aparezca tan tortuosa, con calles o adarves simplemente de paso que, a veces, llegan a privatizarse en gran medida por los usuarios de las viviendas actuales: colgando macetas, dejando fuera los aperos de labranza, e incluso utilizándola como espacio perteneciente a éstas en épocas veraniegas.
A esta trama se contrapone la malla ortogonal, resultante de la reparcelación que se hizo a la llegada de los pobladores cristianos. Para ellos la calle es un espacio público, de relación entre vecinos, es algo más que un simple paso a sus viviendas. De esta época datan las plazas de cada pueblo, donde no falta la iglesia como elemento aglutinador de la vida social y religiosa.
La dinámica de crecimiento de las poblaciones de la Alpujarra, espaciada en el tiempo y sin plan previo que les pueda dar un carácter unitario, ha generado un viario de traza irregular y anchuras variables, que se va adaptando perfectamente al terreno, y que se ve condicionado a su vez por la estructura de la propiedad, ya que va bordeando los límites de ésta.
En las poblaciones situadas a media ladera, las calles, para superar los fuertes desniveles entre las zonas baja y alta de los pueblos, ascienden zigzagueando por la montaña para conseguir que sus pendientes no sean muy fuertes, lo que favorece la disposición aterrazada de las edificaciones. Las conexiones transversales están formadas por callejuelas quebradas que mediante fuertes rampas o escaleras, en algunos casos, salvan el desnivel. Las dimensiones de las calles son reducidas, siendo muy irregulares y angostas, manteniendo su anchura una proporción menor o igual a la altura de las edificaciones colindantes.
En los pueblos situados en las zonas llanas se siguen manteniendo las características generales de la trama, aunque desaparece la disposición predominante de las calles en una dirección al perder importancia los condicionantes topográficos.
Las plazas son en general espacios muy reducidos e irregulares y en muchos casos con diferentes planos de cota definidos por muros y unidos entre sí por rampas y escaleras, que de alguna manera reproducen el sistema de paratas que predomina en los campos de cultivo.
En contraposición a estos espacios públicos resultantes de la abigarrada trama de origen morisco, aparecen otros más amplios y regulares, relacionados generalmente con los edificios más significativos de la trama urbana (iglesias, ayuntamientos, etc…).
El paisaje se convierte en uno de los elementos que cualifican especialmente al espacio urbano, al tener una presencia constante en las calles de estos pueblos. La sierra, los valles, las laderas abancaladas e incluso el mar, se perciben sobre las edificaciones, enmarcados bajo los tinaos, en plazas a modo de mirador, y de manera más intensa en ciertas calles a modo de paseo-mirador que bordean los núcleos.
Del mismo modo, la fuerte relación existente entre el espacio público y las casas es otro de los elementos cualificadores del mismo. Frecuentemente las casas invaden la calle, mediante los tinaos, quedando parcialmente cubierta y percibiéndose el entramado de madera de los forjados, produciéndose una “privatización” del espacio público.