(Artículo publicado en la edición impresa de Ideal el día 9)
A muchos políticos de esta provincia se les conoce más por sus guerras y sus pleitos que por sus proyectos. Es como si a un delantero se le recordara por las tarjetas en lugar de por los goles.
Ya da igual quién empezó primero. Si todas las querellas que han llegado a los tribunales fueran verdad, estaríamos rodeados de corruptos. Y no es el caso.
Aquí, una denuncia no es una sospecha sino una herramienta para hacer política. Una treta para invalidar al denunciado mientras dure la investigación.
De esta guerra zafia estaba a salvo la capital pero ya no existen terrenos neutrales. Es verdad que el PPha querido cercar a Paco Cuenca en los juzgados, con un empeño excesivo para los ocho concejales que logró el candidato socialista. Los populares han intentado anularlo; primero con la denuncia a su pareja y, después, al llevar por dos veces su reprobación al pleno –otro asunto del que habrá novedades judiciales pronto–.
Hasta que el portavoz del PSOE se percató de que la única manera de defenderse era atacar a los populares con el mismo acero. Donde las toman también las dan.
A simple vista, llama la atención que los socialistas hayan esperado un año para recurrir un acuerdo de la junta de gobierno. Pero si el juez no archiva las diligencias antes de empezar, la oposición tendrá la foto del alcalde en los juzgados. Y a partir de ahí, por cada papel que filtre el PPsobre el caso de la mujer de Paco Cuenca, el PSOE se descolgará con otro del Palacio de Hielo. Hasta que a alguno le duelan más las patadas que recibe que las que pega.
La única vez que el PSOEacudió a la vía penal de forma estratégica para atacar a Torres Hurtado fue en 2005, con una denuncia descabellada por el nombramiento de altos cargos que ni siquiera compartían todos los concejales socialistas. La relación entre los dos partidos estalló.
Y esta vez pasará lo mismo.
Porque no es una cuestión de justicia. Es política.
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