Si fuese verdad todo lo que se cuenta, el que no haya pillado un pico con la moción de censura de Armilla es demasiado honesto para dedicarse a la política -incluso para ser periodista-.
Las leyendas tienen esas cosas, que resultan tan creíbles que a menudo pasan por verdad. Comidas con comensales que se comparan con proscritos, promesas de contratos a medida para la empresa de algún familiar y alguien que le susurra al oído a otro concejal aquella letra de los Cantores de Híspalis, que no te falté de ná, de ná, de ná.
Todo muy presunto, tan supuesto como la propia moción de censura, que por ahora ni siquiera se va a producir.
El juez ha suspendido el pleno que se tendría que celebrar el viernes y Antonio Ayllón seguirá de alcalde, como mínimo, un mes más.
Quizás el menos interesado sea el propio Ayllón, que se queda con una minoría difícil de administrar, igual que le sucede a Sergio Bueno en Santa Fe, pendiente de un tránsfuga a la fuga que aún no se sabe jurídicamente quién es.
Puede que la moción de censura de Armilla se quede en una astracanada de rumores, conspiraciones y billetes fantasmas que nadie vio.
Se queda en suspenso pero ya se está negociando otra moción de censura en otro pueblo de similar relevancia.
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