Sastrería de ricos

Dice Rajoy que cuando llueva, digo yo que será como Dios manda, bajarán los precios de la energía. Ya sabemos que si la factura de la luz nos resulta cara tendremos que sacar a los santos en procesión, o llamar a los chamanes, o mirar las cabañuelas en agosto para planificarnos los gastos del año, porque tal y como nos han puesto esto más parece que estemos en el medievo que en pleno siglo XXI, era digital sin lluvia, sol ni vientos que muevan las enormes aspas que coronan los montes. Dicen que estamos pagando ahora nuestro pasado en esto de la electricidad, pero parece que nadie contempla el futuro, y debe ser porque quienes han de hacerlo lo tienen atado y bien atado, el suyo. Y así, se nos escapan con disquisiciones filosóficas, ahora que la filosofía está a un paso del olvido en los planes de estudio, como el latín, la música y demás artes. Solo interesa la economía, que será para echar cuentas de lo poco que nos queda cuando paguemos el recibo de la luz, porque para comprenderlo hay que ser como mínimo catedrático de catedráticos. Oscurantismo medieval. Demagogia política para justificar el enriquecimiento personal de quienes se sientan en cálidos sillones de consejos de administración en empresas energéticas. Bien podrían planificar de una vez por todas actuaciones que sacaran a este país de la miseria energética en la que está sumido, de esa dependencia de los gabachos y de la lluvia. Un espacio terrestre con las horas de sol que tenemos no debiera mirar justamente hacia las nubes. Pero parece evidente que eso no interesa a los grandes magnates, por algo será que siempre encontrarán una excusa perfecta, para ellos, con la que mangonear a los paganos de siempre. La política es el arte de alcanzar lo imposible, pero para eso hay que ser capaz de mirar un poco más que los intereses de mañana de quienes anhelan seguir viviendo de ella. El servicio público no debe ceñirse solo a los intereses del gran capital, aunque tal y como estamos comenzando a vivir, y si no mire a los poderosos EEUU de Trump, los ricos, que siempre fueron poderosos, ahora además están montando su sastrería para que la Ley los ampare de forma definitiva.  Esto no ha hecho más que empezar, el horizonte viene cargado de negros nubarrones para el común de los mortales, pero el agua de esos nubarrones, por mucha que descarguen, no conseguirá que bajen los precios, ni que el personal pueda calentarse más en invierno ni aliviar el sofoco en verano. Seguirá siendo igual o peor, los ricos cada vez más ricos y poderosos, y los pobres cada vez más pobres y callados. Porque el silencio siempre será la respuesta más agradable para el poder, la más recurrida del pueblo, y la señal más lacerante de que algo sucede. Hasta que llegue otro 1789, que la historia es cíclica, aunque esta vez en lugar de usar palos y trabucos usemos tuits.

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