A ver qué dice Wert, que no acabamos de comprenderlo bien. Este ministro de educación, cultura, deporte y otros asuntos pretende mejorar la calidad de la educación en España subiendo la cantidad de alumnos en las aulas, poca cosa, pues cada profesor atenderá alrededor de sesenta más cada jornada (hablamos de Secundaria). Además, mejorará la calidad no sustituyendo a quienes enfermen, de forma que durante diez dias, además de bajarles el sueldo, sus alumnos serán atendidos por otros profesores no especialistas en la materia (un problema del corazón atendido por un especialista en estómago). Calidad, habla de calidad este ministro cuando rebajo en alrededor de 65.000 profesores en España cuando el número de alumnos crece en cerca de cuatrocientos mil alumnos. Y continúa con su soniquete al quitar, arrebatar, sustraer unos diez mil millones de euros a la educación. Y a todo eso le coloca un marco, y lo adereza con otras lindezas, y lo llama sucintamente dicho Ley de mejora de la calidad de la educación. Y se queda tan fresco, y los demás le decimos Amén, porque la religión cobra el mismo sentido en las calificaciones que la Lengua, los idiomas, la historia o las matemáticas, un poner. Amén, sí, porque tiene mayoría absoluta y él quiere pasar a la historia. Las comunidades autónomas aplican la obediencia debida, las gobernadas por su partido, en el que me consta que ni mucho menos todos están de acuerdo con esta aberración legislativa, y lo aplauden, y él, con la creencia de que esos aplausos son sinceros, sonríe y argumenta que es una aplastante mayoría. Y aplastar, aplasta, sobre todo a aquellos que tienen menos recursos para estudiar, a aquellos que deberán buscar otros caminos en su futuro, a aquellos que solo tienen a su alcance lo que sus capacidades económicas les permiten. Otros piensan de otra forma, e intentan que esa dureza de piedra no golpee a los ciudadanos más jóvenes y de mayor potencialidad para el futuro de su tierra, porque el futuro no lo escriben solo quienes más pasa tienen, el futuro han de escribirlo la totalidad de la ciudadanía, porque todos viajen en este tren de la vida y de la sociedad, aunque Wert se ha empeñado en acrecentar las diferencias entre la primera, segunda y tercera categoría, no solo de los pasajes, también de los pasajeros. El orden natural de las cosas.
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