No es cosa de la época en la que vivimos. Es cuestión de educación, valores y permisividad, de dejar que las cosas pasen porque no nos pasan a nosotros. El machote, ese ser que se considera superior a su pareja, a la mujer en general, y la mujer que está convencida de que el varón es más, que lo ejemplifican en privado y lo disimulan en público, o no, están sembrando la continuidad de una desigualdad que va más allá de cuestiones sociales, formativas o de apariencias. Él, en su fuero interno, está convencido de que está por encima, de que ella depende de él, de que la ha de proteger y también guiar, porque su mente y su capacidad llegan hasta donde llegan. No se imagina un mundo en el que la persona esté por encima del sexo que tiene, si se es varón siempre se cuenta con un plus que obliga a ir dos pasos por delante, marcando el camino. Y si ese camino no es seguido según sus caprichos, gustos y apetencias puede hacer valer esa superioridad que la naturaleza le ha dado en forma de músculos y que ha sido bendecida, y claramente ratificada. Miedo, amenazas, gestos despectivos, minar la moral y el amor propio, voces, cambios repentinos de trato, ora te abofeteo, ora te abrazo, ora te maldigo, ora te apoyo, ora te ridiculizo, ora te doy la razón, ora te empujo, ora te alabo… Y es normal, es visto normal porque cada uno es como es, hasta que un día ese golpe ‘normal’ se convierte en algo que ya forma parte de un trato, porque algo habrá hecho, y si no, pues por si acaso. Y el hijo lo ve, y es testigo de los silencios y de los cristales rotos, o de coger con una mano la mandíbula de su madre, apretándola hasta que los labios revientan mientras se le susurra al oído el mucho cuidadito que ha de tener, que mire a ese niño o a esa niña, que es todo lo que tiene. Y ella calla, y sus vecinos que lo saben también callan, cada uno en su casa y Dios en la de todos. Bendecido. Y van cayendo las muertas en un goteo incesante, imparable, y ellos a veces se matan después, y otras veces salen de la cárcel un poco tiempo más tarde para reclamar sus derechos. Y sus hijos ahí quedan, quién sabe, para siempre víctimas de esa violencia que el macho siempre justifica, y el machismo también. Y se buscan excusas, dentro y fuera, y si no se encuentran se inventan, que siempre habrá quien las apoye, porque la imaginación es libre, y según quien lo haga así será juzgada la supuesta falta, si es que ha existido, que no pasa nada, que siempre quedará alguna duda y algún pregonero que la difunda, aunque solo sea una difamación más sobre un cadáver que tal vez silenció demasiado cuando aún no lo era. Machote él.