Según declaraciones de alguna madre a este periódico el pasado domingo, gastar 140 euros en material escolar en un niño de 4 años para un curso es una barbaridad. Tal vez habría que explicar que la Educación Infantil es la más importante de todas las que el individuo está escolarizado, pues en ella se sientan bases fundamentales para su futuro desarrollo académico, social, de destrezas. Pero esto con frecuencia no se sabe, y se cree que los niños van poco menos que a entretenerse al cole para que los padres tengan su tiempo. Sería algo parecido a escatimar esfuerzos en los cimientos de un edificio que luego pretendemos que sea lo más alto, funcional, operativo, bello y duradero. Se minusvalora con cierta frecuencia la labor de las maestras de educación Infantil, como se suele hacer también con los docentes de los primeros niveles, y del magisterio en general. Esta minusvaloración, que no es fruto más que del desconocimiento, del desinterés y de actitudes minimizadas en el intelecto de quienes la ejercitan, tienen un calado social que viene a perjudicar no solo a la educación del país, también a su valoración. Cualquiera se siente con autoridad para opinar sobre la enseñanza, y más aún cuando toca pagar material escolar, libros o juzgar la labor de una maestra o maestro. Después se pretende que los niños alcancen las más altas cotas en sus conocimientos, pero la educación, que debe ser adquirida en casa, deja en el aire todo el proceso. Si las cosas son gratuitas no se valoran, si se pagan son criticadas, pero pocas veces se fija la mirada en el objetivo final, el edificio concluido en su construcción. Veamos que aun pudiendo ser ciertos esos 140 euros, repartidos a lo largo del curso resultan 14 euros mensuales, más o menos una barra de pan diario, alimento, en este caso, del espíritu. Se hace una cuesta, insoportable para algunos, y se habla de ello tras llevar a los niños al cole delante de un café, cuyo precio es bastante más elevado que aquella barra de pan, ignorando además otros gastos que vienen a paliar estas aportaciones para materiales. La crisis justifica muchas cosas, pero si prescindimos de esa inversión en educación, en escuela, en formación, esa crisis se instalará de manera permanente en las almas y mentes de nuestros niños, en la del futuro de nuestra sociedad. Si los cimientos no llevan las mejores calidades, las mejores inversiones, los mejores profesionales en su elaboración poco rendimiento podremos pedirle luego al resto del edificio, por muchos mármoles y preciosos diseños que pretendamos colocarle después. Y es que por mucho que se repita nunca es suficiente: en educación nunca se gasta, siempre se invierte, y si se es cicatero en esa inversión, lo que no se invierte antes no solo no se recogerá después, se pagará con creces la cicatería.