Se acerca el momento de mejora de desplazamientos por nuestra ciudad. Los embudos en los accesos no pasarán a la historia, pero la misma vida que se pierde en ellos debería ser tratada de otra forma. Dentro del casco urbano, la dualidad que existirá entre buses y tranvía debería ser pragmática. Sin más. Resultaría inconcebible que el mismo billete o tarjeta no se puedan utilizar de manera intercambiable en ambos transportes. Madrid puede servir de referencia, ciudad modélica en este trajín. Pueden existir todos los problemas técnicos que se quieran buscar, repartos económicos, la parte de la tarta que cada empresa quiera llevarse. En este momento eso debe ser resuelto. La informática tiene ahí su espacio, y modos de llegar a un reparto de gastos e ingresos los hay. Solo se necesita querer encontrarlos, voluntad de acuerdo, que para eso la ciudadanía granadina ha tenido toda la paciencia del mundo con las obras del metro. Si se quiere que cumpla su función social deben aplicarse modos de operar razonables, sensatos, inteligentes, coherentes, prácticos, que vengan a resolver los problemas de los que nos venimos quejando desde hace tantos lustros que ya ni los recordamos. La solución no puede pasar por diferentes precios de los viajes, y mucho menos por pagar en ambos servicios. La ciudadanía granadina tiene todo el derecho del mundo a exigir que con un solo billete, con una sola tarjeta sea posible cambiar de bus a tranvía, eso sí, tal y como ahora se hace entre los autobuses urbanos (ese sistema rojo que dicen), durante el tiempo que se estipule (alrededor de una hora). Todo lo demás generará tales conflictos entre la población que tarde o temprano tendrán que recular los responsables para llegar a esta solución. Entonces, ¿para qué generar el problema? ¿Vamos hacia otra movida como la del hospital del sur? Absurdo, incongruente, ridículo. Alienten ya a la población con una solución razonable: el bonobús será el mismo para el bus urbano y el tranvía, con los mismos precios que hay ahora, con la misma capacidad de trasbordo entre uno y otro, durante el mismo tiempo. Y en el caso de los autobuses metropolitanos, manténgase la misma política que existe entre estos y los urbanos, que está asumida y aceptada por los usuarios. Comenzar con otros modelos es abocar a la indignación, es dar argumentos de queja, argumentos reales de protesta, de posibles boicots al tranvía, de dardos políticos que no llevarán más que a desencuentros. La ciudadanía está por encima de todo eso y merece respeto y que las cosas sean cómodas y fáciles desde el primer momento, que bastantes dificultades hemos pasado ya, y en silencio. No den lugar a que lo que ha de ser un adelanto para la ciudad y municipios afectados venga a transformarse en una espada de Damocles que tarde o temprano acabará cortando la cabeza a quienes se empecinen ahora en poner dificultades absurdas. El dinero está detrás, pero la ciudadanía debe estar delante.