Ese pastorcillo que defeca en el portalico, figura convertida en tradicional por nuestra Cataluña, con su faja y barretina, representa un realismo exagerado que sin embargo convirtió su presencia en inexcusable en esta parte española. Y ya va para cuatro siglos defecando y poniendo su punto de gracia y tipismo, vendiéndose como recuerdo, aunque ahora lleve la cara de Messi o de Iniesta. Ese realismo exagerado, como lo es la concepción de que la pela es la pela, o de que el pan tumaca es bocado exquisito, o bailar la sardana, cuyo origen viene del andaluz José María Ventura Casas, nacido en Alcalá la Real hace doscientos años, es auténticamente catalán, o levantar castellers, o comer calçot, o cualquier otra tradición o representación de la cultura catalana, de sus costumbres, tan respetables y enriquecedoras de la idiosincrasia española como las de cualquier otra parte de esta tierra que hemos heredado de forma transitoria y que deberemos legar a nuestros descendientes cuando seamos parte intrínseca de ella. Pero en estos tiempos un grupo de adoctrinados, con intereses muy particulares ha decidido que todo lo catalán ya no es español, ni siquiera lo que proviene del resto de la tierra común, que ya es suyo y solo para ellos, que ni la ley es para ellos, y se la escriben solos. Una vez más, porque viene de lejos, de muy lejos, y el resto de España, que no es un resto, siempre hubo de darles más, incluso el sudor de su trabajo, los callos de sus manos, la misma vida. Ahora eso no sirve de nada para estos que quieren ser ministros, presidentes, regidores de su estado catalán. Una vez extraído lo preciso se prescinde del cuerpo consumido, según actúan. Grave error de quienes están originando un conflicto cuyo fin puede ser desastroso para todos. O igual al final lo que consiguen es mucho más dinero, porque otrora hubo políticas que derivaron a una parte de población extremeña, andaluza, castellana, gallega…, hacia allá, y facilitó la creación de fábricas, que bien podían haber sido distribuidas por el resto del territorio, de empresas que fueron ubicadas allí, que se potenció a una burguesía y se miró para otro lado, y se ganó tiempo a costa del mantenimiento de una desigualdad con respecto a quien generaba pocos problemas. Táctica que siempre les vino bien a unos pocos, que cada vez parecieron ser más. Ahora es evidente que el gobierno de Rajoy no lo ha hecho bien, que con mirar hacia otro lado no ha conseguido resolver nada, que la lluvia llega o no. Y el conflicto está servido. Parece que la historia no enseña nada, cosa que no es de extrañar dada la importancia que a las letras se les da en la enseñanza. Tal vez las matemáticas vengan a poner criterio, pero conste que siempre será a costa de la desigualdad, porque lo único infinito son los números y la paciencia de quienes siguen desangrándose para que otros les vacilen con el uso de esa historia, uso y abuso.