Todo es cíclico, desde generar ilusión hasta sumirse en tristeza, todo se repite con ligeras variantes en cada vuelta que da la vida, hasta que uno se ve fuera de esta noria y los demás, que también serán apeados, siguen subidos. Comienza un nuevo año, y tras las celebraciones cíclicas, a veces cansinas, volvemos a comenzar de nuevo. El personal toma seguridad en la rutina, en la repetición de los hechos. Alguien lo ideó y le está saliendo muy bien: controla. Hubo un tiempo en el que la naturaleza establecía los ciclos, pero el hombre lo amarró todo a un calendario, a un almanaque que le permitiera establecer cuándo debían ocurrir las cosas, y si no ocurrían en la fecha obligada la gente quedaría desconcertada. Cada cosa es cuando debe ser, que para eso llevamos cientos de años fijando, aunque sea con alcayatas, tiempos y hechos. Y así, tras unas fiestas conocidas por unos tópicos establecidos, llegamos a un nuevo año, en el que nada hay escrito, aunque todo será cuando deba ser. Un año en el que las frustraciones atrasadas serán transformadas en logros, o continuarán como tales frustraciones, aunque el alguacil de turno justifique los fracasos y culpe al del bando contrario. Un año que tendrá sus protocolos para que los políticos sigan siendo reyes que pasean por despachos, mientras fuera el pueblo pasa frío, aunque aplauda a pantallas de plasma y crea todo aquello que le digan que ha de creer. En el que el mundo, al que se le puede dar la vuelta en un rato, siga con la ignominia de la pobreza, desigualdad, pateras, refugiados, hambrunas, guetos, catástrofes… provocadas por el humano que quiere seguir siendo un ser. Y se levantarán las voces contra las injusticias, y se las dejará gritar un rato, hasta la hora de la siesta de esos pocos que lo gobiernan a su antojo y en su beneficio. Y nos seguiremos cargando el medio ambiente, la única riqueza que podríamos legar a quienes nos sucedan en esta noria, pero nada nos importará, aunque lo denunciemos, aunque escribamos sobre ello, aunque montemos manifestaciones a las que acudan siete u ocho con pancartas y megáfonos. Da igual. En doce meses habremos cerrado un viejo año y abierto otro nuevo. No cuesta nada, el sol sale todos los días, y es gratis, y la noria sigue dando vueltas, y nuestros proyectos personales se van cumpliendo, o los dejamos para luego; y los proyectos sociales seguirán sin apellidos, porque siempre habrá algo más urgente que resolver. Pero hay algo que hemos de atar firmemente en nuestro corazón: estamos vivos, seguimos vivos, creemos en nosotros, y solo nosotros podremos ayudarnos. Nadie vendrá desde fuera a resolvernos nada, y por mucho que cerremos los ojos, la tierra dará una vuelta más cada día. Un buen año, lleno de vida, y en el que riamos un rato de cuando en cuando es mi deseo para usted. Lo demás ya llegará, porque así está establecido, aunque nosotros lo ignoremos.