En situaciones extremas la sociedad siempre da la talla. Han de llegar esos extremos, aunque es de considerar que la educación de esa sociedad también es fundamental en el momento en el que ha de tomar las riendas. Es esa misma sociedad la que delega en sus representantes determinadas iniciativas. La pereza o el costumbrismo de esos representantes hacen que muchas veces olviden lo que son, que ellos no son la sociedad misma; y esa sociedad a veces es invadida por la comodidad y se deja llevar por las voluntades de sus delegados. Es fácil, cómodo, dejar que otros actúen, que decidan dejarse llevar, y esta dejadez puede hacer que perdamos hasta la propia crítica, el sentido crítico que todo ser humano ha de llevar dentro, que lo impulse a opinar, a decir lo que piensa más allá de las cuatro paredes de su casa (si no se la han quitado los banqueros). Sin embargo, la propia sociedad se ha ido adormeciendo, dejando en manos de estos delegados las decisiones, los marcadores del futuro, y estos delegados han comenzado a olvidar lo que son y para lo que están, escribiendo nuevas funciones que nadie les discute porque se piensa que en cuatro años volverán a tener la palabra. Pero cuatro años son muchos años, la acción y la atención han de ser diarias. Nadie está legitimado para acallar durante un segundo a quienes representa. Y la sociedad no puede perder nunca la voz, ni el oído. El político que gobierna ha de explicar de forma permanente lo que hace, los despachos han de tener paredes de cristal, y los sonidos han de volar por todos los rincones. Todo lo que no sea así será disfrazar las cosas. Cuando un representante público trata con dejadez a quienes gobierna, o minusvalora a la oposición está sobrando ya en su puesto, debe salir de ahí, ha perdido su utilidad pública. La terrible experiencia de Santiago ha mostrado una vez más que la sociedad puede dar la talla, y las cabezas de turco son errores para el futuro apoyados en decisiones del pasado. Las lágrimas del alma ruedan silenciosas por las mejillas y anudan la garganta, difícilmente permiten hacer declaraciones. La sociedad española, esta vez de aquella tierra que también es nuestra y por tanto también somos nosotros, ha mostrado que está ahí, los políticos responsables de empresas están buscando algo. Los familiares y amigos lloran, y el pueblo da la talla. Todo lo que no sea evitar que esto no vuelva a ocurrir es sembrar humos que oculten algo más que errores humanos de hoy y de mañana. Tal vez es hora de construir vidas y sueños, pues llegada la tragedia hay que construir el futuro teniéndola en cuenta, de lo contrario la melancolía y la pena amputarán el mañana de quienes están por llegar.
En otras palabras, todo aquello que ha, podría, o existirá físicamente, existe ya. Estos universos forman una matriz de posibilidades completa incambiable pero infinitamente compleja. Podemos llamar a esto «la matriz de la realidad fractal» porque los fractales son patrones que permanecen detallados sin importar cuan profundamente penetres en ellos, por eso son infinitamente complejos, mientras que una matriz es una disposición ordenada de elementos o medios en los que algo puede crecer.