Agosto transcurre sosegado. Las vacaciones han llegado a los asuntos que mantenían en vilo a la población, Bárcenas sigue encarcelado, escudriñando sus opciones de mejorar su situación; Rajoy se ha ido, por unos días nadie pedirá que salga a dar explicaciones; sus ministros y ministras, cuyas cabezas políticas fueron demandadas meses atrás, descansan medio escondidos rogando que nadie los nombre, ni los desnombre. Responsables del Partido Popular desfilan ante los jueces y se marchan como si la cosa no fuera con ellos. Los presidentes de las empresas ferroviarias, una vez que encontraron culpables y ‘sus’ soluciones, han tomado las de Villadiego, sin dimisión ni nada. Los jefes de los empresarios callarán unos días mientras se madura la idea de poder contratar por horas, despedir por tiempos indefinidos y pagar a su gusto los salarios que ellos mismos establezcan. Y los parados siguen parados, aunque las listas no aumenten, porque cada vez quedan menos ocupados a los que echar, las costuras revientan y nadie parece arreglar el descosido. Nuestros jóvenes buscan otros espacios donde ganar un duro que les permita vivir, aunque regresan más de la mitad de los que se marchan porque la tierra prometida no lo es tanto. Gibraltar sigue ocupado por los británicos, y las hipotecas continúan venciendo plazos. Y aquí estamos, viendo cómo el personal se lo sigue tomando con filosofía de calle, bajando a la playa cuando puede, llenando terrazas de bares y dándole vueltas a la cerveza mientras cavila sobre el tiempo que durará esto, sin saber cómo lo han pillado en medio cuando solo se dedicó a trabajar mientras pudo. Otros se pierden en paraísos, lejos de los ojos que vean que a ellos todo esto les está viniendo muy bien, y su preocupación reside en guardar la pasta que les llega medio escondida.
Una mititilla de bulla hacía falta meterle a esto, porque cuando llegue septiembre y todo parezca volver a la normalidad, y corten la autovía a la costa, y se vuelvan a generar atascos en la ciudad, y las colas de parados se multipliquen en las inútiles oficinas del INEM, y amenacen con quitar de nuevo la extra a quien la tenga, y las manifestaciones regresen a ocupar las calles, y los partidos se afanen en desmarcarse unos de otros, todo estará ya en su sitio. Y con la Liga en marcha habremos encontrado el punto de distracción que nos lleve mecidos hacia un final de año en el que daremos otra vuelta a esto, como si estuviésemos haciendo migas de pan, tostando cada vuelta más al alimento, que de tantos tumbos acabará quemado, achicharrado, como la esperanza de quienes siguen sin comprender por qué nadie les hace caso, por qué los ignoran aunque no se les caigan de la boca, por qué los han transformado en un número, sin alma, sin conciencia, sin nada.