Dice Cristina Cifuentes, presidenta de los madrileños, una de las líderes más reputadas del PP y aspirante a la Moncloa, que con su política fiscal han recaudado 3.000 millones que sirven para financiar servicios básicos en Andalucía. No mencionó Galicia, un poner. Que con ese dinero los andaluces tenemos sanidad, educación y otras cosas. Cuando Susana Díaz le respondió un poco cabreada, Cifuentes dijo que se estaba haciendo demagogia, que los madrileños son muy solidarios y que ella quiere mucho a los andaluces. Y es que el ramalazo de algunos políticos contra Andalucía es patente, eso sí, con mucho cariño, como le pasó a Esperanza, aquella que atropelló a sus municipales estando mal aparcada en la Gran Vía (la madrileña), con lo de las pitas, pitas en relación al sur de España. O el de algunos que viven de la política en Cataluña, que también gustan sacar a pasear su lengua sobre este territorio de vez en cuando. Y es que este personal tiene el ombligo más grande que el Estado, y se lo adora, se lo mira y se lo toca. Parece que es fácil atacar a quienes ellos consideran inferiores, como darle un coscorrón a un niño, como encontrarse en una posición moral superior, como pensar que se es más. Es un defectillo que ciertas clases tienen. Ellos están por encima del bien y del mal. Dan la coz, pero después dan besos y abrazos. Se ofende, pero después se busca el perdón, sin penitencia, y en el mismo acto de pedir perdón se pellizca. Ella, Cifuentes, vive en Madrid, comunidad maravillosa, central, donde acabó lo principal de España tras estar en Granada. Y por su posición de privilegio, son el centro de los centros, favorecida por quienes ella desfavorece. Luego, para presumir fuera de España no pasa nada con hablar y vacilar de Sevilla, de la Alhambra, de las playas malagueñas, del marisco de Huelva o de los enormes paisajes de Almería. Y cuando han de comer acuden a los productos del sur para darle empaque a su cocina. Y cuando hay que trabajar acuden los demás para sacar la faena adelante, quienes enriquecen a esa comunidad y en ella pagan sus impuestos. Y las empresas que tienen su sede allá no dudan en abrir aquí sus sucursales, y las de aquí venden allí sus productos, y hasta sus equipos de fútbol tienen los mayores y mejores forofos fuera de su comunidad, entre otras cosas porque la mayoría de sus jugadores son no madrileños.
Cristina Cifuentes dice que con los impuestos de los madrileños pagan la educación de los andaluces. Tal vez por eso ella se quedó sin ir a la escuela, y si fue le faltó prestar atención los días en los que se explicaba lo que es España, por eso ella ahora tiene que inventársela, con Esperanza de la mano, y todos los que callan, a su lado, todos muy juntos y levantando banderas nacionales al viento.