Hay una tradición popular que sostiene que mientras haya macacos en el Peñón, éste será colonia británica. Dios salve al simio.
No estuvieron finos los servicios secretos del general Franco cuando en la segunda guerra mundial no aprovecharon el conflicto y echaron a nadar a los monos, que fácilmente se hubiesen instalado en Gran Bretaña, siendo recibidos con alborozo por el entonces premier Winston Churchill. Hoy es el único primate que vive en libertad en toda Europa y es casi la mascota, no oficial, de ‘Los llanitos’. Cualquiera toca a un mono.
Primero porque son especie a proteger, segundo porque tienen más pulgas que la madre que los parió y tercero porque tienen muy mala leche y te pueden endiñar un leñazo de mucho cuidado.
Antes de echar los bloques de hormigón al mar, para joder a los artesanos pescadores de la zona, cuyo gesto ha provocado, nuevamente, otro conflicto diplomático entre las autoridades británicas y españolas, ya me caían mal los peludos macacos porque han perdido la vergüenza y se lanzan a los visitantes, se suben en los coches, les quitan el bolso a las señoras y se espulgan en tus narices como si el peñón fuera suyo. Y Gibraltar, lo sabemos usted y yo, es español.
Veremos cómo termina Margallo, el de Exteriores, con éste asunto de absoluta provocación política, que no sé a cuento de que viene. A Margallo se le pone cara seria con el largo pleito gibraltareño y se le nota, cosa que observan los británicos, ‘Los llanitos’ y lo que es más importante los españoles, porque ya está bien de tanto cachondeito.
García Margallo está más cabreado con su antecesor Moratinos que yo con los monos y está dispuesto, como no podía ser de otra manera, a imponer una tasa para entrar y salir del Peñón de cincuenta eurípides en beneficio de los pescadores.
Dice el de Exteriores que «en Gibraltar se ha terminado el recreo». Blanqueo de dinero, contrabando… un poquito de hormigón, reparaciones de submarinos nucleares y otras minucias. En el momento que escribo éste artículo tengo noticias del guardia civil atropellado, en la frontera gibraltareña, por un vehículo conducido por un contrabandista de tabaco.
Me provocan los macacos, insolentes, lo que en psiquiatría se llama zoofobia. Ellos son, y lo sabe García Margallo, los culpables de lo que ocurre en el peñón. Yo creo que, en estos momentos de reflexión estival con el caso Barcenas, lo mejor es aplicar, diplomáticamente, la infalible y certera acción y así se lo aconsejo al de Exteriores, de leña al mono.
No se preocupe usted por los dichos grandilocuentes que los ingleses son tan dados a hacer: Francia tuvo que ceder, mediante tratado al igual que España hizo con Gibraltar, a perpetuidad la ciudad gala de Calais a los ingleses. Los sajones hicieron poner en las puertas de la ocupada ciudad: «Calais será de los franceces cuando al igual que el corcho, el hierro y el plomo floten». Ya ve, se volvieron a equivocar y Calais regresó a manos francesas de donde nunca se tenía que haber movido. Respecto a los monos de Gibraltar, tengo entendido que lo pronució W. Churchil pero con doble sentido, es decir, que mientras las gentes de mente retrógrada estén en Gibraltar, no podrá la colonia volver a su estado natural: Andalucía y España.
España tiene que mirar sus intereses y la legalidad, y centrarse en controlar el contrabando, evitar el fraude,fiscal,ESTA CLARO QUE NO LE INTERESA A LOS GIBRARTAREÑOS,MANTENERSE FIRME Y NO DEJARSE APABUÑAR.