Empezó la primavera con malos augurios para nuestra costas por el temor a las invasiones de medusas. Se creó, incluso, cierta angustia para los que ya preparaban sus maletas de aspiraciones ociosas y sus inmersiones en la mar salada, porque estos animales marinos urticantes no solo son molestos ya que, en algunos casos, llegan a ser mortales para el ser humano.
Los pronósticos eran tan pesimistas que, como se recordará, la FAO entre otras recomendaciones aconsejó que ante la imposibilidad de acabar con ellas las pescáramos y nos las lleváramos a la boca, de tal suerte que hoy son muchos los restaurantes occidentales que en su carta nos ofrecen éste gelatinoso fruto de mar, frito o a la plancha, condimentado con diferentes especias y verduras. Tan solo se come la cabeza y dicen, los que lo han degustado, que su textura es parecida al calamar y su intenso sabor nos recuerda a las ostras. En principio es atractiva la propuesta. Los mismo es una moda extravagante que se pierde con el tiempo.
Quien le iba a decir a las inocentes medusas que llegaría un día en el que, pese a sus peligrosos tentáculos, formarían parte de la nómina de los exquisitos y ricos menús gastronómicos. Pero el mundo submarino, lleno de enigmas, nos ha sorprendido ahora con el pez come huevos.
El pez ‘Pacu’, que así se llama el animalito, es originario del río Orinoco, en el Amazonas, pero al parecer algún gracioso lo ha introducido en aguas del estrecho de Oresund que separa a Suecia de Dinamarca. La curiosa particularidad del pez es que se ha adaptado fácilmente a las aguas saladas y que –según los científicos– siente especial predilección por los testículos humanos. Come fruta, algunos pececillos, nueces, pero como tenga hambre, donde se pongan unos testículos que se quite lo demás.
La plaga de medusas sería una anécdota menor si lo comparamos con el auténtico pánico que ha causado este ejemplar que puede medir casi un metro y pesar veinticinco kilos.
Biólogos de la Universidad de Copenhague, han recomendado a los bañistas, varones ellos claro, que cuando practiquen la natación por aquél lugar lo hagan siempre protegidos, como toda la vida, con bañador.
Tiene sentido la alerta porque estos peces voraces, una vez aclimatados, se reproducen fácilmente y eso de bañarse desnudo no solo puede costar un huevo, sino dos, salvo que el bañista sea un eunuco.