Los hosteleros claman al cielo por la medida del Gobierno de suprimir las aceiteras, rellenables, en los bares y restaurantes porque dicen que es una falta de confianza y que ellos no defraudan al consumidor. Pero la decisión gubernamental no ha caído mal entre los productores del denominado «oro líquido» ni en otras administraciones de ámbito regional y local competentes en materia de consumo. A partir de ahora, en hostelería, se servirá a los clientes el aceite en botella o recipientes de un solo uso con lo que se evitará, naturalmente, que algún desaprensivo pueda manipular de forma indebida el relleno del producto estrella de nuestra agricultura.
Está claro que vamos a perder aceite, porque no es lo mismo que te ofrezcan una mini porción o botellín para adornar la tostada o la ensalada mixta a que tú, con alegría, riegues la rebanada y la berza de ése aceite que al llevártelo a la boca suele resbalar por la barbilla hasta llegar a la corbata, en caso del caballero, y del pecherín, en caso de dama que degusta. Perdemos aceite y habrá que revisar el precio de venta al público en los negocios hosteleros.
Me estoy imaginando que habrá clientes, a partir de ahora, que se lleven a la cafetería su botella de aceite, para ahorrar, aduciendo que es de la primera prensada en frío de la almazara del abuelo de la mujer. Y también me imagino que en los bares y restaurantes se cuelgue el cartel de «Prohibido, terminantemente, el consumo de aceite casero en este establecimiento».
Vamos a perder aceite y clientes. Nos estamos poniendo de un refinado en tiempos de crisis. Hablando de refinado, hay expertos en la materia que aseguran que el aceite es bueno cuando hay una buena aceituna y que el sistema de extracción continuo permite obtener mejor aceite que el prensado. En cualquier caso no sé si, a partir de ahora, nos vamos a fijar en la etiqueta del envase antes de desprecintarlo, cosa que no hacíamos hasta ahora.
Los jóvenes de antes desayunábamos y merendábamos con aquel binomio que no faltaba en ningún hogar como era el pan y el aceite. La verdad es que crecimos de manera natural y sana con dos productos de reconocidas excelencias nutricionales y cardiosaludables. Es probable, no lo pongo en duda, que la medida del gobierno y más concretamente del departamento de Agricultura, Alimentación y MedioAmbiente tenga por objeto velar por un control en el consumo de la perfecta sustancia vegetal pero, no hubiese sido descabellado ampliarla a las freidoras industriales que ahí es donde, frecuentemente, el aceite se disfraza con grasas vegetales y animales que nos destrozan el paladar y el digestivo. Se ha quedado corto Cañete.