Granada va a culminar el año con buena suerte, porque la diosa fortuna ha traído a la provincia premios de la Lotería Nacional, Euromillón, Bonoloto, Primitiva, ONCE… y queda la sorpresa del 22 de diciembre, el sorteo de carácter extraordinario que marca el verdadero inicio de las fiestas navideñas y que suele volcar el cuerno de la modesta abundancia, por lo general, a peñas o sagas familiares que sueñan con «el gordo» como una solución perentoria para salir del aprieto.
Es cierto que el dinero no hace la felicidad pero ayuda a conseguirla y toda esa serie de premios caídos en nuestro entorno han estimulado las ventas de loterías y apuestas.
No sé si aumentará el número de ludópatas. Esperemos que el impulso por el juego sea transitorio, entre otras razones, porque el dinero, cuando se consigue sin esfuerzo, suele ser tan efímero y perjudicial como el primer cigarrillo a escondidas. Queda intuitivamente claro que, personalmente, soy poco adicto a comprar o participar en juegos de azar. A veces lo hago por tradicional costumbre o solidaridad, sin esperanza de obtener premio.
Aunque, en estas fechas, compramos lotería sin que tengan que publicitarla; es una práctica, desde hace unos años, que Loterías del Estado promocione sus sorteos estrella con anuncios más o menos acertados. Desde 1998 y durante algunas navidades triunfó con el descubrimiento de un modelo -el secundario actor inglés, calvo, Clive Arridell-, convertido en el «dios de la fortuna», cuya enigmática figura caló en los telespectadores españoles, al margen de una magnífica realización del spot.
Este año, Loterías del Estado ha asumido una propuesta de pánico que no parece que sea un elemento motivador de mayores ventas de décimos porque el grupo coral, dirigido por Pablo Berger, en el que intervienen Bustamante, Raphael, Marta Sánchez, Niña Pastori y Montserrat Caballé es el anuncio más triste en el momento más triste. Más parece un «gori, gori» de difuntos que un canto de gloria al natalicio. De hecho, es de los anuncios que han servido de bufonada parodia en las redes sociales en un año que termina en trece. Es curioso, el trece es un número de mal agüero, de mal fario, para los supersticiosos pero es una terminación de las más solicitada por los compradores de loterías. Con la certeza de que todos los números están en los bombos, al margen del fatal anuncio, o del recuerdo al calvo, lo importante es que la suerte nos acompañe, que falta nos hace.