Del aturronado calendario festivo navideño resuena, en esta España de amor y compaña vacacional el Día de los Inocentes. Las cárceles están llenas de inocentes no solo por traficantes de droga, asesinos, violadores, toreros, políticos, tonadilleras, estafadores y corruptos varios que cumplen condena. También, en la calle, confundidos con la pléyade consumista caminan altivos y altivas inocentes que espera su turno de entrada a la fría mazmorra con la ilusión puesta en el tercer grado. Todos son inocentes. Si se le pregunta a cada uno de ellos ninguno te confesará que es culpable.
Este año que acaba en catorce, que antes se decía que era el número de la casa de los locos, nos ha dejado en la vía pública a dos inocentes que pretenden ser un revulsivo para la historia moderna. Políticamente el joven profesor Pablo Iglesias que llega virgen al matrimonio político social y que según dice posee la fórmula del bálsamo de Fierabrás para solucionar todos los males que nos achacan.
Como el flautista de Hamelín va creciendo en las encuestas de intención porque hay mucho inocente. Otro inocente perseguido por la justicia es el pequeño Nicolás, megalómano y fatuo muñidor de componendas y asertos cuya inteligente capacidad pudiera hacer periclitar las más firmes columnas del estado cualquier día de estos. Cuando Fraga parió el eslogan de que España era diferente no se equivocó aunque tenía una noble intención.
Pero España con muchos de los que están en las cárceles y otros que están en lista de espera ha perdido la inocencia y se ha prostituido y corrompido de manera descarada. El problema. El gran problema es que nadie pide perdón. Y la justicia sigue siendo laxa.
Hoy me duelen esos santos inocentes musulmanes y cristianos que son captados, sometidos, violados y arrojados como bombas de mano por las milicias extremistas islámicas, del mal definido como estado islámico, sin que los países árabes y occidentales que forman parte de la comunidad mundial, no pongan freno ante tanta barbarie. Nos espera un año de pesadilla con esta chusma obsesivamente violenta y perturbada.
Yo pensaba que las Femen eran criaturas ilusas que enseñaban sus pechos como panal para defensa de los derechos humanos. Pero he llegado a la conclusión de que no. Incluso llegué a imaginarme a una legión de tetas, en fila de a dos, hacia el estado islámico para la salvar a tanta esclava del dominio y la opresión del maligno musulmán. Pero no, lo último que he leído con rubor, es que querían robar la inocente figurita de barro del Niño Jesús del pesebre de la Plaza del Vaticano.
La verdad es que no se hacia donde apuntan. Lo mismo poseen la virtud de la inocencia.