Me he acordado mucho estos días del extinto, insospechado, querido, populista, ocurrente, sorpresivo, inopinado, inesperado, humanamente contradictorio, buena gente en cualquier caso, del que fuera alcalde de Granada Gabriel Díaz Berbel. Singular por sus «berbeladas» -que acuñara el socialista Rafael Estrella- llegó a afirmar que: «Ni Fitur ni pollas. Las Spice Girls fueron la mejor promoción turística para Granada».
«Kiki», para los amigos, amaba, igualmente, a los animales racionales e irracionales con gran generosidad. Quiso con adoración a su perro «Curro», con quien trataba de dialogar y se hizo amigo del príncipe Abdullazih que llegó a regalarle, entre otros objetos, dos caballos; cuadrúpedos que la ciudad no pudo alimentar, como siempre, por falta de recursos. Una pena. Al dejar la política el popular «Kiki», como se recordará, se entregó en cuerpo y alma al séptimo arte interviniendo, como actor, en un par de películas. Díaz Berbel y la periodista catalana Karmele Marchante se conocieron en una de las numerosas fiestas sociales en Marbella, donde el ex-alcalde residió algún tiempo. Pero la fusión amistosa nació en el programa «Sálvame», donde el veterano personaje apareció para defender de las garras de Mila Ximénez a la polémica tertuliana. Tan sólida fue la amistad que Karmele se casó por lo civil, en segundas nupcias, en Granada, bajo el padrinazgo de don «Grabiel» como le decían algunos vecinos en el Albaicín. Eligió buen sitio Karmele para agasajar a la veintena de invitados a la ceremonia. Mesa, mantel, cubertería, flores y candelabros adornaban las riquísimas y exquisitas viandas de La Ruta del Veleta. Los hermanos Pedraza, y por fortuna las nuevas generaciones de sus hijos, hacen posible que el restaurante sea uno de los mejores de España.
Concluidos los brindis con champaña y los gritos de rigor de: «Vivan los novios», el «maitre» preguntó, con la máxima discreción, antes de que se levantasen los comensales, a quién le presentaba la factura. Se hizo el silencio en la mesa presidencial. Los recién casados se miraron, no con ternura, pero sí con desconcierto. El «maitre» se dirigió, como es lógico, al feliz varón Diego Antonio Soto Fernández, más conocido como «Pichurrín», pero fue ella la que con convincente e inexplicable frialdad, rompió el silencio y dijo: «Perdone, me he dejado, con tanto trasiego, la tarjeta en el hotel. ¿Podrían enviarme la factura a casa y les hago la transferencia bancaria?» Por supuesto, en casa tan seria y acreditada no tuvieron inconveniente en aceptar la propuesta de Karmele. «La Ruta del Veleta» tardó ocho meses en recibir el importe del convite, sin intereses, -tal vez por la presión mediática- de la efímera boda.
Decía y digo que me he acordado de «Kiki» porque la seudoínclita Karmele ha grabado una tertulia infumable separatista, en blanco y negro, en favor de la sedición catalana en la que también interviene, entre otros, la monja cojonera, dominica contemplativa, sor Lucía Caram, que continúa pasándose las reglas conventuales por el órgano eclesial.
Arturo Más ha echado mano de los devotos para el próximo órdago septembrino y en ese cóctel de personajes singulares que nada tienen que perder y teóricamente mucho que ganar, se suben a un caballo perdedor a sabiendas que las leyes impiden una independencia neciamente engañosa.
Si se levantara de la tumba «Kiki» y viera en vivo y en directo a su apadrinada amiga en el «spot» defendiendo las bondades del independentismo catalanísta, no solo renunciaría a sus pompas y a sus obras a favor de la superviviente y esperpéntica figura si no que incluso, como Jesús Mariñas, le gritaría: «Que te calles, Karmele».