Al irónico y desabrido cinismo del «apátrida» Fernando Trueba, que ha querido llamar la atención con su particular mirada, llevándoselo «calentito» por la gracia del torpe Ministerio de Cultura, se han unido otros cínicos despropósitos. El Papa Francisco, que en su viaje a Cuba como peregrino ha evitado no esquilar a las ovejas descarriadas, bajo la atenta observancia pastoral del régimen comunista. En EE UU, su mensaje ha sido más abierto y en libertad. Lo permite la democracia. Aquí, en democracia, donde equivocadamente todo parece posible, el insolente Juan Carlos Monedero llegó a comparar al disidente venezolano –apresado por voluntad del necio Maduro– Leopoldo López con los pro etarras. Y respiró por la herida de la corriente cuenta, tras la visita a nuestro país de su esposa, Liliana Tintori, calificándola como «esposa del delincuente».
La campaña electoral catalana ha sido, desde sus inicios, un auténtico despropósito. Lo que más me ha impactado ha sido el baile mitinero, grácil y desinhibido al ritmo de Freddy Mercury del candidato socialista Miquel Iceta. Lo más desagradable e incorrecto fue la frase pronunciada por el presidente de la comunidad en funciones, Arturo Más, en su propuesta de llevar a cabo hoy un gran corte de mangas –solo le ha faltado llamar a rebato– contra los que queremos una España unida y en convivencia pacífica. Como no fue menos el despropósito de llamarle a uno de los suyos «gilipollas», como hizo en Lérida la ordinaria Meritxell Genao, de Podemos, a una mujer que trató, curiosamente, de motivarla en su arenga. Lo mismo tiene el valor la «gilipollas» de votar a la despreciable energúmena. Ha tenido su gracia el lenguaje de «indio apache de doblaje» empleado por el líder de Podemos, Pablo Iglesias, («coleta morada») en un acertado remedo de los «cuervos ingenuos» (Sabina y Krahe), y me ha sorprendido el juego del escondite recluso de mi monjita preferida, sor Caram. Aunque, a su vuelta del Vaticano, ha reafirmado su voluntad de seguir siendo la «monja alférez» como adalid de la rebelión y autoafirmación independentista. El bis a bis Margallo-Junqueras innecesario. Y el último número de las banderitas de la balconada en la fiesta de la Mercé, grotesco.
Hoy, 27 de septiembre, bien podría pasar a la historia del calendario nacional como «Día del Cínico Despropósito». La mayoría de los españoles consideramos que lo deseable, lo legal, lo razonablemente coherente, es que los ciudadanos catalanes no confíen su voto en el cinismo de los engañosos estafadores políticos, que vienen vendiendo la escisión del Estado español como una independencia y un futuro que han dibujado como el mitológico «País de Cucaña». (Jauja). Libres son los electores para elegir a sus representantes, pero que sepan que si, hipotéticamente, se llegase a alcanzar el sueño soberanista, el nuevo estado fantasma se convertiría en un gran huevo Kinder de impredecibles sorpresas.