José Luis Carmona que dirige, con acierto, el auditorio municipal Manuel de Falla, con más imaginación que medios, se ha reinventado aportando a la programación del centro un original ciclo de conciertos pianísticos mensuales que se prolongarán hasta el mes de junio. Esta tarde, el polifacético Claudio Constantini, cuyo extenso e interesante historial profesional es sencillamente extraordinario, nos entusiasmará con Brahms y Debussy. Solistas profesionales y emergentes, selección de obras de ilustres compositores y un precio más que económico: seis euros es la oferta cultural que se brinda a los amantes de la música clásica. Pero lo que hace diferentes a estos
conciertos es que con los últimos aplausos, cuando el solista saluda al público con el
alma alimentada y cierra la tapa del piano, en el hall del auditorio, el respetable puede alimentar con una ‘tapa’ el estómago gracias al atractivo espectáculo qué, por primera vez, –al menos en Granada– se lleva a cabo en el moderno santuario de la música.
Carmona, consigue como buen gestor, el mecenazgo y colaboración de empresarios con las instituciones, algo que debería ser más frecuente y público, Administración y empresas se benefician, mutuamente, en imagen fomentando la cultura y promocionando los productos de la tierra, que falta les hace.
Cuando el Ayuntamiento anunció la idea me vinieron a la memoria aquellos clásicos cafés de Viena, Madrid o París que disponían –en sus salones de espejos, mesas de mármol y sillas de madera– de un ‘vertical’ donde el viejo pianista, trataba de amenizar, con repetidas notas, los prolongados asentamientos de una clientela, cubierta con el sombrero del mustio lenguaje rutinario de la cotidianidad.
Pero, realmente, lo que ‘ponía’ al personal eran las cupletistas que solían ser damas de un estiloso modo de cantar, con poquita voz, tono ‘apechumbrado’ y letrillas picantes acompañadas de ‘verticales’ disonantes.
Aquellas damas del cuplé, revestidas con ropajes de la época, largos hasta los botines, con hermosos sombreros de plumajes y guantes de encaje a medio brazo, nada enseñaban y todo lo insinuaban. El dramaturgo granadino, Antonio Paso puso letra al: ‘Vals de la regadera’, en 1907, que cantaba la tiple andaluza, Julita Fons, con música de Vicente Lleó: «Tengo un jardín en mi casa/que es la mar de rebonito; pero no hay quien me lo riegue/ y lo tengo muy sequito…Entre tanto caballero/no hay ninguno voluntario. ¿No?/ No se asuste si le invito/ a que venga a trabajar/ porque como es tan chiquito tiene poco que regar…»
Los nuevos cafés piano, madrileños, han relegado la cafetera y el agua con litines y se han especializado, modernamente, con los más sofisticados gin-tonics. Por ejemplo, en ‘El Central’, que es un templo para los aficionados al jazz, o en ‘El Espejo’, donde puedes cenar con los acordes de un piano.
A diferencia de los cafés concierto, en el auditorio Manuel de Falla el piano ‘con sabor’
es el protagonista. Se escuchan las partituras, de grandes maestros, en silencio y, después, coloquialmente, se cierra la velada con el agradable acompañamiento del jamón y del vino de Granada. Cada cosa en su sitio y cada sitio en su cosa.