Ha estado, una vez más, fino el rey Felipe VI, cuando aburrido de tanta consulta, repetitiva y banal, con los diferentes líderes políticos, incapaces de lograr acuerdos para la formación de un nuevo gobierno, rendido a lo inevitable, como jefe del Estado ha aconsejado austeridad en el gasto ante la nueva campaña electoral que se avecina. Algo tenía que decir el rey, que se diferenciara, de alguna manera, de lo que vienen afirmando, cansinamente, los dirigentes políticos que solo convencen a sus parroquianos.
Lo cierto es que, con la que aún está cayendo, por este escenario hispánico; con el aviso europeo de mayores recortes en el gasto público, el déficit en comunidades autónomas y el de las administraciones locales, la recomendación, a la clase política, parece sensata y oportuna.
Generalmente, los grupos que optan a conseguir una cuota de poder, suelen tirar la casa por la ventana con el pretexto de que el que siembra recoge, aunque no siempre la ‘semilla’ cae en tierra fértil. Los agricultores ideológicos de los partidos políticos tratan de cultivar la parcela propia y ahí abonan y riegan con eufóricas, dicharacheras y rumbosas promesas olvidando de que existen otros terrenos, otras gentes, que hay que tratar de atraer y convencer.
No es menos cierto que la repetición de unas elecciones generales –que algunos han
calificado como segunda vuelta– no tienen el más mínimo interés, so pena de que el electorado votante haya reconsiderado preservar el latido coronario y actúe, intelectualmente, ante los comicios que se convocarán en las próximas horas.
Lo bueno que tiene el elector votante, de cara a la insólita nueva llamada a las urnas, es que no tiene que adquirir el libro ‘Quién es quién’. Hubo un momento, en España, que algunas editoriales, previo pago de su importe, sacaban a las estanterías sus colecciones de ‘Quién es quién’ en la economía, en la política, en la abogacía, en la industria, en la literatura, en las artes o en el periodismo. Y allí salían, encuadernados, en páginas de ‘couché’ ególatra, con foto, los más eminentes personajes de cada oficio. Pero, hoy, con tan excepcional despliegue de medios: prensa, radio y televisión y redes sociales nos conocemos todos.
Políticamente quienes, libremente, lo han deseado, han venido observando, en estos
meses, los diferentes ‘postureos’, devaneos y abracadabrantes sortilegios de una escenografía absurda, cambiante y surrealista que bien podía haber imaginado Marx, Groucho. Aunque hay que reconocer que algunos han permanecido como estatuas de sal, defendiendo sus principios y sus finales, con razón o sin ella, pero sin caer en la tentación de cambiar, groseramente, el guión en actitud desleal a sus votantes.
La suerte está echada y tenemos la foto fija de quienes, disponemos del ‘currículum vitae’, de los repetidores concurrentes, con las mismas ocurrencias. Quien se anime a votar en junio que no lo haga visceralmente sino con cuatro dedos de frente.
Los partidos políticos, está claro, venderán sus existencias con gran aparato eléctrico y no tendrán empacho en decir, otra vez, que son los mejores, en esta feria de las vanidades, haciendo caso omiso a la real recomendación de austeridad. Al margen del gasto en vano me preocupa, especialmente, el doble coñazo de rimas y leyendas, que tendremos que soportar al comienzo de la canícula.