España, además de ser diferente, es un país proclive a las modas y ahora se lleva, sobre todo en los emergentes partidos políticos, la efebocracia, mientras que, por ejemplo, en EE UU, la gerontocracia es un grado y suele inspirar mayor confianza en el electorado a la hora de depositar su voto en las urnas. Leo al embajador, Inocencio F. Arias, en este periódico, afirmando que más de la mitad de los estadounidenses opinan, en las encuestas, que la señora Clinton es deshonesta y poco digna de confianza pero sin embargo, paradójicamente, muchos la votarán.
Contra todo pronóstico, Hillary se convertirá en la primera mujer que ostente la presidencia. Aparte de demostrar su ilimitada ambición, y su extremada tolerancia ‘cornamental’, deberá llevar a la Casa Blanca, propuestas y acciones que ilusionen y resuelvan problemas a sus compatriotas. Aunque el esperpéntico Trump puede convertirse en una sorprendente pesadilla.
Recordemos que Obama, con su lema de campaña ‘Yes We Can’ –’Sí se puede’– extraído de una canción, no ha logrado al final de su mandato conquistar el alma y el entusiasmo de sus votantes. Aunque, al margen de su acción política, personalmente, considero que ha sido, humanamente, de los presidentes más prudentes y socialmente más normalitos de los EE UU.
En nuestro país, cuando se encienden las bombillas de las ideas de la segunda feria de las vanidades hay que admitir, por lo escuchado a ‘tirios y troyanos’ que no presidirán las urnas el entusiasmo del pueblo. Aunque, eso sí, creo que el elector, por tierra, mar o aire va a votar, aunque sea tapándose la nariz como, irónicamente, ha comentado el veterano sindicalista socialista Nicolás Redondo.
Aquí, los cuatro jinetes que cabalgan hacia la meta del 26J, por una u otra razón, tampoco gozan de demasiada confianza. Mañana se verán las caras de ‘pocos amigos’ en el debate ‘oficial’. Al margen de las diferencias políticas que representa cada uno de ellos, se profesan entre sí una admirable antipatía. Antipatía que se ha ido generando y con razones durante la anterior y singular campaña en la que sólo hubo desencuentros y teóricos pactos que a nada condujeron.
Aunque va en el sueldo, el jefe del Estado, Felipe VI, me imagino que habrá acudido
en estos últimos meses –pese a mantener con disciplina coronaria la ‘Mens sana in corpore sano’– a algún psicólogo politólogo que puede, en casos excepcionales, ser tan útil como los baños de asiento y la introducción de una hoja congelada de aloe vera insertada en el recto anal para combatir las hemorroides internas.
Más que por el fondo –que me lo conozco– estoy expectante por la forma del culebrón de mañana. Esa puesta en escena, televisada, en la Academia, puede tener su gracia. Como la imaginación es libre, Rajoy puede aparecer en el escenario en camiseta y pantalón vaquero, marcando músculo. Pedro Sánchez, sin corbata
roja, con el torso desnudo, como el ‘Unicornio en la Isla’. Alberto Rivera, como el ‘Majo
desnudo’ que dice que no fue. Y Pablo Iglesias con frac, para recabar el voto de todos y todas, como los prestidigitadores y, de su imaginaria chistera, espero que hable, como jefe de prietas las filas, de la extremada izquierda, de ‘La Social Democracia Comunista’ que es un movimiento político renovador, confusamente ocurrente y puede calar, según el CIS, en algún incauto, como, en su día ‘calaron’ las fraudulentas ‘preferentes’. Pero sonriendo que es lo que jode.