Hemos tenido un otoño tan primaveral que, algunos, llegamos a pensar que el invierno pasaría de largo, pero no ha sido así y con mayor crudeza dejamos enero y entramos en febrerillo, ‘el loco’ soportando unos días severos con bajas temperaturas y alguna lluvia que viene bien al campo, a los pantanos y a nuestra Sierra a la que, lamentablemente, los días complicados, solo pueden acceder, en coche, los residentes.Los turistas se tienen que contentar con contemplar el paisaje y volverse a la ciudad para disfrutar de nuestra riqueza monumental –menos la Alhambra, porque no hay entradas– y gastronómica. Riqueza para la hostelería capitalina pero decepción para muchos que desean practicar el deporte blanco.
Tiempo han tenido las autoridades competentes en buscar alguna otra alternativa de transporte de acceso –como presentó hace tiempo la iniciativa privada con la propuesta del teleférico– para evitar el ridículo de obligar a los visitantes conductores a dar la media vuelta, en carretera, por falta de aforo en los aparcamientos de la estación de esquí. La situación nunca se daría en otra ciudad hermana por no salirnos del mapa andaluz.
Por cierto que la Granada de ‘la tapa’, al parecer y a juicio de los foráneos, está en declive. No he sido nunca un entusiasta defensor de ‘la tapa’, tal y como modernamente se concibe desde la rivalidad y la exagerada competencia donde prima más la cantidad que la calidad, fundamentalmente, porque va en contra de los intereses de los restaurantes que, en general, cuentan con cualificados profesionales y productos excelentes para disfrutar de un típico plato de la tierra.
Lo he dicho alguna vez que no es bueno dormirse en los laureles. Que camarón que se duerme la corriente se lo lleva. Y ya nos vale ponernos las pilas si somos capaces de ofrecer los niveles de excelencia, que demandan lugareños y visitantes, si queremos mejorar nuestra primera industria. El turista que evalúa otros servicios, vitales, se expresa críticamente con la ciudad y ahí el trabajo de corrección y superación corresponde a las respectivas administraciones. Que cada una tome nota y asuma sus responsabilidades. Con el fresquito que tenemos, la Encuesta de Coyuntura Turística nos ha caído como un jarro de agua fría y menos mal que no hemos superado el sobresaliente en grafiterismo urbano y en producción de cultivo de cannabis. Porque en ambas cuestiones no hay quien nos gane.
De vez en cuando conviene que nos tiren de las orejas y de vez en cuando, humildemente, debemos hacer examen de conciencia existencial. Es útil reconocer nuestros defectos y tratar de superar con espíritu emprendedor todo aquello que no adorna nuestras virtudes. Y como «él que no llora no mama», si tenemos que soltar unas lágrimas reivindicativas ostensibles hagámoslo, que hay muchos asuntos pendientes de resolver, para hacer de Granada una ciudad atractiva, moderna y con futuro.