La semana se ha comido la lengua del nefario Francisco Javier Guerrero, ex director general de Trabajo y Seguridad Social de la Junta de Andalucía, que se acogió a su derecho de no declarar en el juicio político del caso ERE, –que es papel mojado– argumentando que había sido presionado por la Policía cuando cantó por ‘sevillanas’ en sede cuartelera, unas letrillas que no habían pasado por su cabeza ni en los mejores días de coca y putas. Como verán no hay delincuente que no incrimine a la Policía y trate de hacer ver a la sociedad y a la Justicia que son víctimas de una trama policial maléfica especializada en perseguir y acusar a la gente honrada. Por eso, a la hora del juicio se presentan como inmolados, se desdicen de lo que dijeron o simplemente, porque la ley lo permite, se acogen al extraño derecho de no abrir la boca. Francisco Granados, ex consejero de Presidencia, Justicia e Interior de la Comunidad de Madrid y ex secretario general del PP de Madrid que había negado hasta hace unos meses la menor posibilidad de corrupción en su partido ha tirado de la manta, en el banquillo, y con esa lengua viperina de sálvese el que pueda ‘púnicamente’ ha acusado directamente a su admirada y querida compañera Esperanza Aguirre como beneficiaria de donativos y dádivas personales («campaña de refuerzo» en B) añadiendo que de esa situación ilegal eran conocedores Ignacio González y Cristina Cifuentes. De la que dijo groseramente que había mantenido una relación de «atracción fatal» con González. Rastrera y vengativa forma de mezclar las churras con las merinas. Lo de Granados se llama cantar, pero cantar a capela, y sin partitura no se puede ir a sede judicial porque hay que demostrar lo que se dice. Después de algunos mesecitos en el trullo, el acusado estrella del caso Púnica se lo habrá pensado con su abogado y ha escogido una línea defensiva absolutamente contraria. Como se le espera próximamente por el banquillo esperemos que aporte irrefutables pruebas de su secundario argumentario.
El que sí ha aprendido el sentido y el consejo de la voz de su amo cuando le escribió aquello de «Luis, sé fuerte» ha sido Bárcenas, ex tesorero del PP que también esta semana ha declarado como uno de los cien testigos citados en el caso Gürtel. Luis Bárcenas, que se despachó con una larga cambiada sobre la presunta financiación ilegal en Valencia, desvió el pase al anterior tesorero del partido Álvaro Lapuerta –exonerado de responsabilidad en el macrojuicio por demencia–, sin reconocer, en ningún momento, que en la sede de Génova se intuyera la pretensión de montar en la ciudad del Turia una ‘Filesa-2’.
El que ha quedado fuera de juego ha sido el senecto periodista José María García, más conocido por la afición como ‘butanito’, tras la entrevista que le concedió al catalán Jordi Évole. A las viejas glorias les acercas un micrófono a la boca y se les hacen las posaderas gaseosa y es que, a cierta edad, poner una pica en Flandes a bocajarro es bueno para que hablen de ti y del programa que sube la audiencia. A García se le ocurrió contar una confidencia que compartió con un político y empresario que, según él, le confesó que para hacer obra pública había que pasar por ‘taquilla’ de algunos políticos. Jordi le dio el nombre del presunto y el incauto ‘butanito’ confirmó la primera y última letra de la identidad del conocido personaje. José María García fue requerido por el juez para que se ratificase en lo aseverado en el programa y, frente a su señoría, perdió la memoria y sus posaderas de gaseosa se convirtieron en chocolate a la taza con media de churros.