Con las notas de la versión cantada de la Marcha Real, o Himno Nacional, de Marta Sánchez, que pusieron de pie con fervor patriótico al respetable que acudió a su recital en el Palacio de la Zarzuela, se ha reavivado la polémica. Hay quienes piensan que a nuestro himno no le hace falta letra y otros que opinan lo contrario, sobre todo en las manifestaciones deportivas que la afición suele corear con el batiburrillo de «Chanda, chanda, tachin, tan chin, tan chunda, chinda, chin tan chun…».Lo de Marta, lo ha explicado ella, ha sido un gesto de amor a su tierra de la que se siente orgullosa, no como otros, que han aparecido cual enanos saltarines rabiosos por las redes y medios de comunicación como si se tratase de algo inédito e insólito. Sólo ocurre en España que nuestro himno siga helando el corazón de un cuarto y mitad del país que prefiere otros símbolos musicales con los que con mayor orgullo se identifican. Personalmente me emociona la interpretación musical y cada vez que suena la escucho con honor y respeto. Pero no he conocido, hasta ahora, ninguna sugerente y apropiada letra que se adapte a la antigua Marcha de Granaderos. Como digo, hay gente ‘pa tó’ y al margen de la felicitación del presidente del Gobierno Rajoy, algún exabrupto de grupúsculo político y la propuesta del portavoz del PP en el Parlamento Europeo, González Pons, sugiriendo que Marta Sánchez podría ser la intérprete del himno cantado en la final de la Copa del Rey entre el Barcelona y el Sevilla, lo cierto es que, en general, no ha sido mal acogida la creación de la cantante.
Con los sones del himno, la ‘marcha real’ huyendo de la justicia fue la de Anna, que a hurtadillas atravesó la frontera de los prófugos tarareando Els Segadors como mosquita muerta disfrazada de espía de la Segunda Guerra Mundial camino de Suiza. Ha sido la de Anna Gabriel, la mujer a la que le huele el sobaco, ex diputada de la CUP, la que se ha evaporado de la Cataluña disidente siguiendo el ejemplo del ‘presidente de la república de Cataluña en el exilio’, Carlos Puigdemont (Puchi, para los amigos), que se estableció hace algún tiempo en Bruselas gracias a las leyes belgas. Suiza es un país admirable para algunos delincuentes. Tiene bancos, nieve en polvo para esquiar y bollería fina.
¿Por qué razón Anna Gabriel ha fijado su residencia en Suiza? Lo razonable es que hubiese compartido con Puigdemont la resistencia activa en la reserva. ¿Cuentas bancarias? ¿Esquí alpino o de fondo? ¿O tal vez la bollería fina? Vaya usted a saber por qué los emancipados suelen cambiar de opinión al menos seis por semana. Estos maleantes políticos a lo que aspiran en primer lugar es a escapar de la justicia porque son juguetes rotos de un juego sucio, falso, incongruente, cínico, falaz e ilegal y después, desde el odio y el rencor, gratuitos, hacer daño a España porque reaparecen donde les dejan como represaliados políticos procedentes de un país no democrático. Y Guindos en la vicepresidencia del BCE. Vetusta e incoherente Europa.
Anna Gabriel se ha escapado por la puerta falsa, que es lo que le pega, y ha demostrado que en ella había más que un sobaco sudoroso, que solía olérselo con frecuencia en sede parlamentaria, para repulsión y náusea del respetable. Anna ha salido del territorio español, con picaresca, con distinto look sin que los perros policiales que suelen olfatear billetes de cincuenta en arquetas y bellotas vaginales se percatasen. Habría que preguntarle al ministro del Interior, Ignacio Zoido, si es que no estaban al loro las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado o es que los sabuesos salieron huyendo ante tamaña peste.