El viejo dicho de que más tiran dos tetas que dos carretas no parece haber funcionado entre Rosa Francia y Francisco de la Torre. Sin llegar a la sutileza e intuición adivinativa de Rapell, el vidente que anda ahora cenando por las televisiones con escritoras, toreros y actrices en caída libre… observo que Rosa Francia ha dicho lo que le ha dado la gana cuando el hartazgo le ha superado en el momento que en esta semana el alcalde malagueño su marido, Paco de la Torre, ha asumido la responsabilidad, que no es menuda, de aceptar, repetir como candidato en las próximas elecciones municipales.
Como pretendo ser justo, la segunda parte de la contratante de Rosa, me ha parecido más comprensible, más humana, porque ha reconocido que su esposo le ha dedicado muchos años y muchas horas a Málaga y sus paisanos con generosidad y eficiencia. Pero Rosa Francia, ha cruzado esa línea roja –que actualmente se utiliza mucho lo de la línea roja– y ha dado la cara como mujer-esposa para decir la obviedad de que su marido, al margen de la política, tiene otras obligaciones familiares. No tengo motivos para poner en duda que ese reclamo sentimental sea sinceramente honesto pero, es innegable que hay muchas parejas de alcaldes, concejales, diputados, ministros, y jefes de Estado que soportan y sufren la carga de la soledad del cargo.
En el caso de Francisco de la Torre ha quedado patente que está poseído por la erótica del poder y que pese a la solicitud familiar ha preferido, de nuevo, probar suerte en unas próximas elecciones que pintan complejas. No sería extraño que pese a la solvencia del veterano regidor las urnas lo mandaran a la oposición, que es una forma de irse a casa. El presumible ascenso, generalizado en todo el país, de Ciudadanos y el letargo e inacción del Partido Popular están influyendo seriamente en el ánimo de los votantes más conservadores.
El que ha sido atrapado eróticamente por el poder, de forma vitalicia, es el cretino de Carlos Puigdemont que pretende perpetuarse como ‘presidente de la república catalana, en el exilio’, con gobierno y todo, dadas las facilidades político-jurídicas que está recibiendo amablemente por parte de las autoridades belgas por su condición, digo yo, de ‘represaliado político’. De tal suerte que simbólicamente, con el apoyo del Parlamento catalán, si no cambia de opinión en pocos días, en Bélgica coexistirán un estado monárquico constitucional y una ‘república invitada’. La cohabitación política, como comprenderá el sagaz lector, es una humorada teatralizada con escenario, actores y atrezzo propios de Jardiel en la que la realidad supera la ficción.
Todo esto y más está ocurriendo con el artículo 155 de la Constitución española activado. ¿Qué pasará el día que el Gobierno del Estado lo desactive? San Focio y compañeros, cuyas onomásticas se celebran, se apiaden de nosotros los creyentes constitucionalistas. No sé con qué medios económicos cuenta el prófugo Puigdemont para montar la astracanada del ‘gobierno en la sombra exiliada’, pero sí me preocupa que los secesionistas tengan la tentación de financiarlo con el dinero de todos los no independentistas. Lo digo porque todos somos hermanos. Hoy se celebra el Día Mundial del Hermano. Pero no me gustaría, una vez más, que hiciéramos el primo; entre otras razones porque hemos aprendido, como dogma, –todo se pega– que la pela es la pela.