No es posible, incluso injusto, que Pablo Iglesias el libertador de la España oprimida por el capitalismo este domingo pueda caer como lí- der de Podemos con el voto de los suyos. Hace unos días Maduro se ha asegurado, ‘democráticamente’ por unos años más, su permanencia en la presidencia de Venezuela. La renovación del mandato ha sido posible con el voto de los incondicionales soñadores, porque el cincuenta por ciento de los electores venezolanos no ha votado. Y, de nuevo, lo han aupado los más pobres, los más necesitados y menesterosos, los más débiles. Los que no tienen derecho ni siquiera a limpiarse el trasero con papel higiénico porque no hay existencias en las estanterías de los supermercados y no hay dinero para comprarlo en el mercado negro. No sé qué esperan de la miseria, de la nada. Esa es la suerte de la que se nutren, históricamente, las dictaduras populistas.
En relación con la compra del modesto chalé corre por las redes un ‘guasás’ en el que Pablo Iglesias se dirige a los suyos, desde el futuro hogar, y les anima con esta frase: «Gracias a vosotros he cumplido mi sueño. Vosotros seguid soñando».
Siguiendo la política de los ‘chavistasmaduritos’ bolivarianos que también conoce el politólogo ha cogido de la mano a la portavoza y futura madre de sus hijos bis, Irene Montero, y ambos se han presentado ante sus bases a ‘puerta gayola’ consultándoles sobre el futuro de sus permanencias prominentes en el partido, que deberán decidir los distritos y distritas, como ellos dicen. Con lo fácil que hubiese sido simplemente preguntarles, ¿Te parece bien que nos compremos un chalé de 600.000 euros, con una hipoteca de nada de la Caja de Ingenieros, antes de que los mayordomos de los especuladores se aprovechen de él? Los distritos y distritas, saben bien que el líder y la lideresa deben aprovechar este chollo antes de que los buitres logreros intente arrebatárselo. Por eso Pablo Iglesias y su compañera Irene Montero no recibirán hoy, que finaliza el plazo del refrendo, ninguna sorpresa de las bases y podrán disfrutar de sus puestos y de su casita de papel mojado.
Vivir en el campo, fuera de la ciudad contaminante, tiene grandes ventajas sobre todo para los que tratan de aislarse socialmente y buscan la paz, el silencio y la tranquilidad pero, como todo en la vida, también tiene sus inconvenientes. Una casa en el campo, teniendo el trabajo en la ciudad –como es el caso de la pareja de políticos– te obliga a disponer a diario de vehículos para los desplazamientos y meterse en carretera en Madrid, sobre todo en hora punta, puede ser desesperante y estresante. Porque la compra, comestible, hoy se hace por internet y te la llevan a casa a cualquier hora. Luego hay que tener muy presente que, por muy guarro que seas, un chalé precisa de una mínima limpieza interna y externa y tendrán que contratar los servicios de una proletaria doméstica y un proletario jardinero que deben estar asegurados, no necesariamente como norma legal, sino para no salir en los ‘papeles’ como Echenique, que elegía a sus lacayos sin darlos de alta en la Seguridad Social. En definitiva que en el campo se vive muy bien y es un sitio ideal para el descanso del guerrero y de la guerrera rodeados de floresta, hormiguitas, lagartijas y pajarillos que cantan al alba. Si la madre naturaleza les colma a Irene y Pablo de la gracia germinal descendiente es bueno que el brutal capitalismo les brinde un casoplón hasta que los distritos y las distritas digan lo contrario.