No sé si alegrarme porque un granadino, Luis García Montero, poeta y catedrático tomó posesión como responsable del Instituto Cervantes o enfurecerme por la resolución de este organismo, de 17 de julio, acordando un convenio con la Universidad de Lérida para colaborar en la formación de profesores en el ámbito de la enseñanza del español como lengua extranjera. El entreguismo al secesionismo va en aumento y sin el menor rubor. Que el Instituto Cervantes asuma el español como lengua extranjera en España es de aurora boreal. Abracadabrante.
De momento parece que el presidente Sánchez no está por la labor de facilitar el camino al pretendido referéndum de los separatistas pero, desde hace días, están ordeñando la vaca de la llamada comisión bilateral en la que el gobierno central se compromete con la Generalidad a invertir una cantidad fija en Cataluña para infraestructuras al margen de las necesidades de todas las comunidades autónomas, lo que no deja de ser un agravio comparativo. Este es el inicio del “diálogo sin cortapisas”, que anunció la vicepresidenta Calvo pero que no conducirá, por razones puramente legales, a la catarsis que pretende Torra y compañía: los políticos presos preventivos acusados de rebelión, desobediencia y malversación libres y sentados en sus escaños y el refrendo de secesión para alcanzar la anhela república catalana.
La semana pasada se hizo viral una comunicación interna del entonces jefe de la UCO, coronel Corbí en la que informaba de que se habían agotado los fondos reservados de la unidad, y como consecuencia de ello, quedaba suspendida cualquier actividad que requiriese de la citada partida. Al principio pensé que podría tratarse de una falsa noticia o algunos de los muchos bulos que suelen, con mala intención, filtrarse a través de las redes, fundamentalmente, para causar alarma social. El pasado jueves salí de dudas sobre la autoría del comunicado al tener conocimiento de que el ministerio de Interior había fulminado al mencionado mando de la Unidad Central Operativa por “pérdida de confianza”. El cese -posiblemente provocado- es normal cuando un militar se salta la cadena de mando a capricho pero lo que no ha quedado claro, por parte del ministerio de Marlaska, es si hay o no hay dinero en caja para seguir investigando a tanto chorizo de perfil poliédrico que pulula por el territorio patrio.
El presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, como buen político no ha restado importancia a la “urgencia” de frenar las llegadas de inmigrantes a nuestro país desde Marruecos. Se compromete a ayudar con 55 millones de euros el fenómeno pero pide la colaboración económica del resto de los socios comunitarios. A Marruecos le parece una cantidad insuficiente. ¿Cómo? ¿Marruecos? Marlaska se reafirma y rechaza el uso de concertinas y material antidisturbios en las vallas de Ceuta y Melilla sin otra alternativa disuasoria. La pregunta es obligada, ¿qué hace la policía y la guardia civil en las citadas fronteras?. Dejarse matar. Por España, todo por España. Señor ministro retire de un plumazo, como lo ha hecho con el coronel Corbí, a todos los efectivos policiales y abra las fronteras para que entren en nuestro país cuantos inmigrantes quieran respetando, sin duda, sus derechos humanos pero también salvando la integridad física, el honor y la lealtad de quienes velan, constantemente, por el orden y la ley en España.