En Francia las extremadas feministas están felices porque han conseguido del presidente de la República, Emmanuel Macron, que se apruebe una ley que prohíbe el piropo, el silbido o cualquier gesto que pueda importunar a una mujer. «¡Oh là là, c’est formidable!» En mi opinión más que un triunfo es una sandez de proporciones difícilmente calculables. Que en pleno siglo XXI una mujer, o un hombre, no puedan recibir el halago afectuoso de un piropo como una expresión elogiosa espontánea, por supuesto sin traspasar los límites de la ética, el respeto y las buenas maneras, se me ocurre un despropósito rayano en la ‘insolence’.
No es nada nuevo lo de prohibir los piropos callejeros. En España hace casi un siglo, el dictador Miguel Primo de Rivera aprobó un decreto ley que duró dos años (l928 a 1930) en la que estuvo prohibido piropear a mujeres y hombres. Sospecho que para llegar a tal situación se desmadraría el asunto con procaces y ordinarios aforismos de más de un/a energúmeno/a.
Durante años, muchos los recordamos, se hicieron populares los piropos que lanzaban los camioneros o los albañiles, toscos y machistas, aunque en ocasiones fueran ingeniosos. Pero, por fortuna, la educación, la sensibilidad y el respeto se hacen patentes actualmente entre ambos sexos y hoy, por lo general, son infrecuentes las frases piropeadoras obscenas ; o al menos yo no las percibo. Es más común un repaso de mirada o comentarios virtuosos, sobre alguien, entre círculos de chicas o chicos pero sin llegar a exteriorizar el halago a viva voz. Y, por supuesto, lo de silbar al paso de una dama es algo demodé.
Hemos pisado, con mal pie, el acelerador de la exageración malintencionada y tergiversadora y en esas hipócritas sensibilidades cualquier lisonja o alabanza puede importunar a algunas personas desde la confusión con el acoso o la violencia. De hecho, desde hace años desde el Observatorio de la Violencia de Género se ha pedido erradicar en España el piropo porque, según Ángeles Carmona, propuesta por el Partido Popular, en su día, para dirigir el citado organismo, supone «una auténtica invasión en la intimidad de la mujer». (No sé si esta señora continúa en su cargo o ha sido depurada por la oleada de cambios). Así es que no me extrañaría que fuéramos avanzando, en un futuro próximo, en esa dirección de prohibir el piropo en nuestro país. Corre un whatsApp por la redes digno de ser estudiado por los sociólogos: «Hoy he coincidido en el ascensor con una vecina que es ligeramente feminista y le he dado los buenos días. Tengo el juicio el viernes». Si levantaran la cabeza Gracita Morales y Alfredo Landa. Recuerdo cuando en aquella memorable escena fílmica hispánica Gracita confiesa que es de Jaén y Alfredo la piropea con «es que estáis muy buenas las de ahí abajo» y ella, sin inmutarse con la mirada altanera y su peculiar tono de voz respondía: «Será por las aceitunas».