Baltasar Garzón, magistrado, y ahora abogado enriquecido, tiene la fea costumbre de compartir mesa y mantel con personas de dudosa honorabilidad, como es el caso del ex comisario Villarejo que como ‘poli malo’ cuando estaba en activo tenía la perversa costumbre de grabar en los despachos y en los restaurantes durante las sobremesas, que es cuando los comensales se les sube, explícitamente, el verbo etílico sin ningún reparo. A una de esas comidas, invitada por su afectísimo colega Baltasar, asistió la fiscal Dolores Delgado, actual ministra de Justicia, a quien el pájaro de José Villarejo le preguntó de manera espontánea: «¿Quién es maricón?» (Se supone que dentro de un contexto). Fue la incisiva y aviesa pregunta –que podría haber respondido Garzón– pero la intrépida e inocente fiscal Delgado desde la inconsciencia, de que el futuro le depararía una importante cartera ministerial, cayó en la trampa, tal vez aducida por la copa sobrante y se tiró a la piscina homofóbica confirmando la condición sexual de Fernando Grande Marlaska –aún no había salido del armario– compañero ahora del consejo de ministros.
Lo sorprendente no es que el pasado martes, en el propio hemiciclo del Senado, se abrazaran con estudiadas carantoñas los ministros Dolores y Fernando. Eran formas estudiadas de pelillos a la mar porque hay que salvar el ‘Titanic’. Lo más desconcertante se produjo desde el Ministerio de Justicia, tras reconocer la veracidad del audio, al advertir que «Marlaska, maricón» lo dijo Dolores Delgado fuera de contexto. ‘¿Cuálo?’ Hemos leído que Villarejo presume de tener un archivo sonoro casi como el que atesora RNE, con declaraciones de gente más o menos importante socialmente, pero clave en determinadas circunstancias y no es de extrañar porque, según confiesa, utilizaba las ‘chicharras’ o grabadoras hasta para ir a miccionar. Villarejo pudo ser un buen policía y un perspicaz sabueso pero se desvió por el camino de la corrupción. Le resultaría más rentable, según su criterio. No ha sido el único para deshonra del cuerpo. No cabe duda de que Villarejo chantajea, permanentemente, desde su situación delincuencial –descansa unos días en la prisión de Estremera– y que, como el calamar, va soltando tinta para emborronar o cegar, agresivamente, con su íntima fonoteca. Sus abogados –como no podía ser de otra manera– afirman que él no está filtrando conversaciones de nadie y menos las está utilizando para chantajear al Estado. Hay quienes opinan que lo peor está por escucharse dentro de la seriada y maledicente entrega. Habrá que estar atentos a lo que nos van desvelando los audios. Cada cual es responsable de lo que dice y en qué lugar lo dice. Estoy de acuerdo con el presidente del gobierno, Pedro Sánchez, que no quiere caer en la miserable trampa de un corrupto, cortándole la cabeza a su ministra de Justicia, pero la fonoteca que detectó la Policía está ahí y por lo oído existen duplicados que pueden alterar el pulso de más de una o más de uno. Dentro o fuera de contexto.