Te has marchado tan rápido, Melchor, como yo estuve a punto hace unos años de huir a la francesa. Son esos minutos, de ser o no ser, con la indecisión y duda de Hamlet, que no se hacen largos ni efímeros porque pierdes la conciencia del tiempo. Tuve la suerte de tener un ángel de la guarda y un grupo de amigos y especialistas médicos que me permitieron, contra reloj, que negociara con la funesta parca. Y llegamos a un acuerdo, no pactado, con la maldita señora de la guadaña inexorable e inoportuna de la que hablaba, estos días, con talento Juanito Porto. El estigma de los Venegas, con el que el corazón manda, no solo es un lema; es el marcapasos vital al que estamos sometidos hasta la fecha de caducidad.
Me dio por viajar a Madrid y a ti por viajar al más allá y no he podido acompañarte en el trance. He leído al colegaje y he comprobado que te quería y admiraba mucha gente; yo también. Eso es bueno porque ese recuerdo es lo único valioso que dejamos en este mundo. Te puedes imaginar que en estos días me han venido a la cabeza gran número de situaciones que vivimos juntos desde la más inocente juventud.En ése paseo de la memoria he recordado que naciste en la calle Reyes Católicos, en el piso que, años antes, habitó mi abuelo Juan. Que nos unió la afición por el teatro; tú como aprendiz de crítico literario y yo como actor en ciernes. Tu marcha a Madrid, para estudiar periodismo y posteriormente tu destino en Roma como corresponsal supuso una laguna en nuestra relación personal pero en nada afectó a nuestra sólida amistad.
Cuando Melchor regresa a Granada para hacerse cargo de la dirección de IDEAL, yo alternaba mi trabajo en la radio con la atrevida colaboración esporádica como dibujante de `humor´ en este querido periódico. Qué osadía.
Un día me citó Melchor en su despacho y con esa sonrisa socarrona que utilizaba, en ocasiones, me dijo:”Pepe, ¿a ti te gustan los chistes que nos mandas?”. Mi respuesta fue fulminante: “Absolutamente, nada”. “Pues no los mandes- concluyó- y escribe. Quiero encargarte unas entrevistas originales para los domingos”. Y con el título de “Gente”, comencé mi colaboración literaria con este diario. Posteriormente la sección se prolongaría, diariamente, durante más de quince años. A él le debo mi vocación por el periodismo escrito, el buen consejo, la palabra estimulante, su equilibrado magisterio y sobre todo su leal amistad.
Durante aquella etapa jamás recibí ninguna sugerencia de carácter restrictivo o conminatorio sobre la temática de mi columna; sí recuerdo un comentario que me hizo ocasionalmente, con la franqueza de la mutua confianza: “Pepe, me tienes despistado con tus columnas. Algunas veces me pareces de derechas y otras de izquierdas”. Yo le respondí, con cierta ironía, que tenía una pluma muy plural.
Como tenía que decirte algo, quiero repetirte lo que te dije en vida, con ocasión de recibir la Medalla de Oro de la Ciudad en el salón de plenos del Ayuntamiento de Granada: “Melchor hizo de IDEAL un diario regional comprometido, inconformista con las injusticias sociales, luchador tenaz por las desigualdades, baluarte de la cultura y persistentemente reivindicativo con el desarrollo socioeconómico de Granada. Con independencia y coraje, de su mano, IDEAL fue un elemento decisivo durante la transición democrática y una tribuna abierta a la pluralidad política, intelectual, cultural y social de Granada”.
Rezaré por ti, aunque he leído que te has marchado agnóstico.