Se veía venir, «day prisa, day prisa». Tenía el calendario calculado y necesitaba unas primarias express. Buscó a la ungida, a un amigo y picó el tuitteador que, en realidad, ha sido el más perjudicado, moralmente, en ésta precipitada historia; una peripecia propia de los partidos políticos incontestables. Y nadie se atreverá a decir lo contrario, salvo que tenga setenta años y se llame Felipe González. Ciertamente, Rubalcaba en este proceso, se ha mostrado respetuoso pero no complaciente porque, no hay que olvidar que el actual jefe de la oposición tiene más información de la habitual.
Felipe se descolgó sobre los designios urgentes ignorante, por desconocimiento, de la ungida. Vamos que no le ponía cara. Susana ha respondido a «Dios», diciendo que González gobernó y mandó, cuando ella era una parvularia. Es una forma de mandar al pleistoceno al que hizo posible, entre otros, la España democrática y con luces y sombras hizo realidad la conformación histórica del partido socialista en la moderna etapa política.
Las cosas tienen que ser como son, no como nos gustarían que fueran pero Griñán deja, tal vez porque el tiempo vuela y los idus de agosto se presumen que aparezcan, la duda en el aire y más lastre que lustre en su periodo como máximo responsable del ejecutivo andaluz. Su limitada presencia pública y su escaso contacto con los representantes institucionales han hecho de él, sin serlo, un personaje hosco, huidizo e indolente.
No es el momento de hacer comparaciones, pero aquí nos ha faltado desde el minuto cero un presidente que regalara latas de atún rojo de Barbate y quisquillas frescas de Motril, adornadas con un pata negra bellotero para hacer de Andalucía otra cosa. Nos hemos regocijado en lo «imparable» y en la «tercera modernización» y estamos a la cola del desempleo. Ese es el mayor dolor y el fatal balance de gestión.
Me dicen que Susana, trianera, canta por lo bajinis con aires calés en los pasillos de San Telmo: «Cuando llegue septiembre todo será maravilloso». En septiembre será la reinona andaluza pero me alcanza la duda de que todo sea maravilloso para ella y para lo que va a representar.
Quedan dos sujetos a la expectativa: el socio de gobierno que sigue alimentándose del panal de rica miel y el Partido Popular que, noqueado, no reacciona tras ganar las elecciones andaluzas.
A Griñán, en estos momentos, podríamos decirle: «Vuelva usted, mañana». Pero como no es elegante hacer leña del árbol caído, –o talado diría yo–, simplemente le digo: «Adiós, Griñán, adiós.