Ya era hora. En Kuwait han ideado una máquina para detectar a los homosexuales. Es sabido que una de las mayores inquietudes de la humanidad, desde el principio de los tiempos -antes de que naciera Ikea-, era descubrir quién era quien dentro de su armario. Pero han pasado los años sin que ni siquiera -el genio- Leonardo Da Vinci lograra idear un artilugio adecuado para lograr conocer la condición sexual de cada ser humano. Largo camino hasta que los kuwaitíes lo han conseguido. El petróleo lo puede todo.
Yo leía, perplejo y con espanto, sobre el «feliz acontecimiento tecnológico», mientras los telediarios me ahogaban con otras noticias vomitivas de excarcelaciones en España de hijos de perra sarnosa, de asesinos y violadores que, como el turrón, han vuelto a la calle por Navidad. Dios nos libre del descorche del tarro de las esencias de cada uno de ellos.
Después de la Coca-Cola, qué cosas se inventan tan increíbles. En mi modesta intuición creía que a los dudosos varones se les hacía la prueba del pañuelo, como lo practica la etnia gitana para conocer la virginidad de la casadera, pero estos árabes han llegado a algo mucho menos ceremonial y sencillo.
En definitiva se trata de un polígrafo visual. Cualquier sospechoso es conducido por los «expertos» hasta una sala. Allí, en una pantalla, se proyectan imágenes de hombres desnudos. Si los sospechosos no sienten ninguna alteración fisiológica están sanos y pueden marcharse a casa. Si, por el contrario, son objeto de excitaciones sobrevenidas los controladores estatales los deportan fuera de las fronteras porque son enfermos contaminantes. La máquina es un invento exclusivo y cien por cien fiable. Que no inventaran ellos.
Yo, desde mi heterosexualidad, aparente -porque hasta no pasar por la máquina no me atrevo técnicamente a asegurarlo-, creía que el hecho había convulsionado a grupos e instituciones que saldrían a la calle en cabalgatas de delirante protesta por estos aberrantes métodos. Pero estoy desconcertado, confuso, porque lo único que se han movido son las doradas hojas otoñales que son un coñazo para los barrenderos. Estoy por llamar a Cerolo por si cree conveniente hacer un escrache en Kuwait para evitar que patenten la máquina y la exporten a otros países. Pero lo mismo ni ha leído la noticia y no me gusta molestar en estas fechas de paz y armonía.