Llama poderosamente la atención el que algunos ministros y ministras europeos, de distinto signo político, estén siendo escrupulosamente exigentes con la conducta estética de los funcionarios a su cargo. Es decir que, como la mujer del César, tienen que ser y además parecerlo. Lo de la ética se presupone y ahora lo que tratan es de salvaguardar la estética como garante y signo de identidad de los servidores públicos.
En España, el ministro Gallardón, legisla la corrección en el vestir de los funcionarios judiciales norma que los sectores más progresistas han calificado de trasnochada, rancia y decimonónica. Nuestro ministro, que es pijo de cuna, se está ganando infinidad de críticas de quienes defienden mayor libertad en la elección del vestuario.
Pero lo estético o políticamente correcto en el vestir es complejo. En Francia, una mujer, hoy ministra socialista, Ségolène Royal -que fuera candidata a la presidencia del país vecino-, progre de cuna, ha ordenado que en su departamento ministerial -Ecología, Desarrollo Sostenible y Energía- se cumpla la etiqueta en el vestuario y se prohiban los escotes. Madame Royal ha superado la exigencia del colega español y además obliga a «sus funcionarios» a no fumar por los patios y no deambular por los pasillos cercanos a su despacho para no molestarla y así evitar ruidos a la hora de su desayuno.
Es chocante que Ségolène haya reparado en el escote pero no en el largo de falda y ahí deja abierta una vía peligrosa para alguna fémina, rebelde, que opte por taparse el torso con «cuello de cisne», pero se aligere las piernas con algún modelito de Beyonce que, según la revista «Time», es el «titán» más influyente del mundo.
Esta francoespañola manía de lo estético se produce en un tiempo de preocupante situación económica y de duros recortes sociales aplicados, como se ha visto, tanto por la izquierda como por la derecha civilizada y choca que algunos dirigentes desciendan a la nimiedad de la armoniosa corrección en el vestuario.
Cuestión distinta es lo incivilizado que puede darse en países como Corea del Norte donde el mastuerzo de Kim Jong-Un ha dispuesto que los universitarios adopten obligatoriamente su corte de pelo, «de acuerdo con el espíritu de vida socialista» y a las jóvenes les ha restringido algunas faldas y pantalones.
Siempre se dijo que el hábito no hace al monje, lo que no exime que el sentido común, dentro de una sociedad libre, nos obligue individualmente a tener un comportamiento social, en todos los órdenes, acorde con nuestra responsabilidad. Puestos a exigir me inclino más por la ética qué por la estética.