Inma tenía una voz preciosa que hacía juego con su bella figura. La conocí en la emisora decana de la radio, EAJ 16, en la que brillaban por su profesionalidad pionera y polifacética Mercedes Domenech y Pepe Real. En Radio Granada convivían los maestros, las nuevas generaciones y los meritorios, entre los que me encontraba junto a Miguel Ríos, Gelu, Purita Martínez, Valen o Li Morante. En los relevos generacionales se conjugaban, admirablemente, las voces de Inma Codina, Juan María Mansera, Antonio Contreras, Emilio Navarro y el más creativo y dinámico locutor, Francis Dumont, que, vivito y coleando, descansa su júbilo en un pueblo de la serranía granadina tras haber trabajado, durante los últimos años, como actor de doblaje. Todos ellos escribieron la historia de la radio como igualmente lo hicieron los queridos compañeros de «La Voz de Granada», que dirigió el periodista Rafael Gómez Montero, y posteriormente el cura Montero S. I. que impulsó Radio Popular ofreciendo a la audiencia una rica y variada oferta en la programación que se seguía «todo oídos» en los hogares, talleres, comercios y vehículos, sin miedo a la televisión, que no era un fenómeno de comunicación y entretenimiento competitivo. Hoy tampoco lo es.
La triste noticia del fallecimiento de Inma Codina me ha producido un sentimiento doloroso y de recuerdos que tuve la suerte de compartir con ella, no solo en la radio, sino en el teatro donde se asomó, con curiosidad, por invitación del entonces director del TEU granadino, José María López Sánchez. Ambos participamos, como actores, en la lectura teatralizada de «Carlota», la comedia policíaca de Miguel Mihura.
En la época dorada de la radio era prioritaria la exigencia de tener una voz bien timbrada, una perfecta dicción y capacidad interpretativas. Inma reunía, como nadie, todas esas condiciones por lo que el teatro no le supuso un gran esfuerzo, pero su verdadera vocación fue la radio donde dedicó, con mucho éxito, gran parte de su vida. Curiosamente al dejar los micrófonos se infiltró en la política y desde el Partido Socialista ocupó un sillón como edil en el Ayuntamiento de la capital. Su paso por la política fue tan efímero como su tímida incursión en el teatro. Pero aportó con sabiduría y experiencia su trabajo por una ciudad mejorable. Por todo ello y por muchas cosas más te echamos de menos, aunque nunca olvidaremos tú enorme personalidad y tú voz que resonaba, tan sugerente y diferente, por aquellos receptores de madera que hoy pertenecen al museo de la memoria de las ondas hertzianas.