Gaspar Zarrías, en activo por estos lares, ha mandado más en la Junta de Andalucía que su presidente «in illo tempore» Manuel Chaves. En calidad de vicepresidente y consejero de la Presidencia ejercía la doble condición de fontanero 24 horas al servicio de la causa.
Usted tiene una avería en la cisterna de su cuarto de baño, con escape de agua que se va filtrando con abundante lentitud en la vivienda del vecino de abajo un sábado a las doce de la noche, y le da por llamar a un fontanero de 24 h. -e incluso sin pagarle el IVA facturado-, se le puede caer el pelo de la dehesa y provocarle un trauma psíquico obsesivo que arrastre de por vida acordándose del fontanero y de la madre que lo parió. Pero hay que ser justos y reconocer que lo que se paga a estos profesionales, no es el desplazamiento ni el trabajo para solucionar la avería; lo que se acoquina, en formato euro, es el estado de vigilia 24 h., y eso es impagable.
Yo conocí en carne y hueso -pero con bigote- a Gaspar Zarrías en circunstancias descendentes. Ambos nos hospedábamos en el mismo hotel madrileño y se dio la circunstancia de que coincidimos en el ascensor dirigiéndonos desde la séptima a la planta baja. Lo miré unos segundos y le pregunté: «¿Usted es Gaspar Zarrías?»: «Sí, -me contestó-, soy Gaspar Zarrías» y continué observándole con disimulo para evitar que sospechara que yo fuera agente del CNI. Pero, en el breve encuentro de la cohabitación del descendimiento, intuí y corroboré que su anatomía y físico respondían al perfil del fontanero 24 h.
Luego anduve por Atocha hasta Sol, viendo gente, tiendas y comercios de añeja solera que aún se conservan en la capital de España, pero en la mente me bullía la imagen del fontanero 24 h., que durante su mandato en la Comunidad de todo supo y de todo se escurrió. Eso se llama trabajo fino, pura artesanía política.
Trabajar en el trapecio, como la recordada Pinito del Oro, pero sin perder el equilibrio y caer en la red. Pero podría caer en la red, ahora, por una indiscreción de terceros. El caso de los ERE no le es ajeno a quien tanto poder ha acumulado durante años. Recordemos la investigación llevada a cabo por la Guardia Civil, en la que se sospecha que el «conseguidor» Juan Lanzas, estaba a las órdenes de «su súper-jefe Gaspar Zarrías», según se dice en un correo electrónico encontrado en casa del cuñado del exsindicalista imputado.
Me da la impresión de que el que fuera fontanero 24 h., y hoy diputado por la provincia de Jaén, debe andar con cierta preocupación tras demostrarse que presidió doce «consejillos», doce, previos a la celebración de los consejos de Gobierno. Estos «consejillos» (Comisión General de Viceconsejeros) no son ejecutivos, pero en ellos se examinan informes y se evalúa todo el contenido del orden del día que deberán aprobar o denegar, posteriormente, el presidente y los consejeros de la Junta.
Las declaraciones de Gaspar Zarrías ante el juez instructor del Supremo, en lo fundamental, van en la línea exculpatoria de Manuel Chaves y José Antonio Griñán. Matan al mensajero y confiesan ignorar informe alguno de «deficiencias graves» en los procedimientos administrativos por parte del entonces interventor general de la Junta Manuel Gómez.
Gómez, que ya calificó de «indigna» la conducta «indecente» de los ex presidentes, contento se habrá puesto con el «ítem mas», el pasado jueves, del que permanecía en vigilante auxilio, con la llave grifa, 24h., como buen fontanero.