A la calle

No parecen teatralizadas o tácticas de marketing político las disputas externas entre Iglesias y Errejón. El primero quiere echarse a la calle si al final, como todo parece, es investido, Mariano Rajoy, presidente del Gobierno con la abstención del Partido Socialista, y el segundo propone, como politólogo responsable, ganarse la confianza y el voto ciudadano con el sudor de su frente desde el hemiciclo, donde tienen la nada despreciable cantidad de setenta y un diputados entre propios y extraños.

En principio, el camino señalado por Errejón Galván debería ser para cualquier formación política democrática el más adecuado. Pero no hay que olvidar que Podemos es una formación antisistema que nació en la calle, se formó en la calle y es lógico que quiera volver a sus libertarios orígenes.

 

Pienso que la voladura controlada de la ejecutiva socialista, liderada por Pedro Sánchez, habrá frustrado algunas legítimas aspiraciones de dirigentes y afiliados que ambicionaban una radicalización hacia la izquierda, claro, de la histórica formación. Pero los mayores damnificados tras el esperpéntico cambio de rumbo, a quien ha demolido argumental y materialmente ha sido al movimiento ‘podemita’ que no podrá llevarse el gato al agua y ni fagocitar –como ya lo hizo con IU– al partido que fundara Pablo Iglesias.

 

El variable personaje ‘acoletado’, arropado por ‘planetarios’ medios televisivos no subvencionados por el ‘establishment’, está rearmando a la prole para ocupar calles, plazas, glorietas, facultades universitarias e incluso cosos taurinos. Está en el manual bolivariano venezolano. De echo la denominada plataforma ‘Rodea el Congreso’ quiere llevar a cabo una manifestación de protesta el mismo día de la investidura del jefe del Gobierno. La plataforma se reafirma en que será «un Gobierno ilegítimo de un régimen ilegítimo» y que una algarada callejera es la mejor respuesta «democrática». Ahí queda eso.

 

Romper, destruir, aplastar dice el diccionario de la RAE que es escrachar, pues eso han intentado los extremados izquierdistas con Felipe González cuando en la Autónoma de Madrid quiso expresar, con libertad de cátedra, su opinión. Ni ha sido el primero ni será el último. Pero el problema es que la reacción de las autoridades, que deberían velar por la preservación de nuestros derechos y libertades, suele ser laxa y lo saben los alborotadores mentecatos que, con la mayor impunidad practican el vandalismo y la violencia como pretexto de disconformidad ‘democrática’.

 

Mucho me temo que la calle, de nuevo, sea el escenario sucio de protestas y actos vandálicos que padeceremos los sufridos y resignados ciudadanos. No creo que la coherente idea de Íñigo Errejón de hacer política desde los escaños del Congreso vaya a prosperar y, al final, regresen al pasado del 15M que tantos réditos les dio a los iluminados que llegaban para ejemplarizar la vida política, aunque por fortuna cada vez son menos los incautos que se creen las promesas demagógicas de los cínicos ‘telepredicadores’.