A las nuevas generaciones, salvo alguna excepción, les hablas del aceite de ricino y desconocen que se empleaba, antiguamente, como el mejor remedio para depurar el tracto digestivo. Su uso, en Europa, se remonta al siglo XVII y a través de progresivos y diversos estudios sus beneficios múltiples se han demostrado eficaces en alimentación, cosmética, lubricantes, selladores, tintes, tratamiento del cuero, fabricación de plásticos, gomas o pinturas.
Pero en el hogar, hace ya algunos años, no podía faltar un frasco de aceite de ricino que guardaban nuestras madres en la alacena, junto al agua de carabaña, bicarbonato, el frasquito de yodo, algodón, alcohol, gasas, esparadrapos, una jeringuilla reutilizable y la ‘milagrosa’ Aspirina. Esencialmente y, poco más, ese era el conjunto de elementos de primeros auxilios que había en las casas. Hoy, en cualquier domicilio, al margen de la edad de sus moradores, solemos guardar una abundante rebotica, incluso con fármacos caducados, quizá como consecuencia del desmedido consumismo.
El aceite de ricino, con el debido control sanitario, era y es magnífico como ‘purga’, aunque su consumo humano es actualmente muy esporádico, pero para que conozcan sus efectos letales, el comer 5 a 10 semillas de ‘Recinus communis’ bastaría para morir envenenado. Malévolamente las ‘purgas’ como consecuencia de las luchas de poder son sinónimo de ‘limpieza’de pervertidas intoxicaciones a las que, simbólicamente, se les aplica el polivalente aceite. Fue famosa la gran purga soviética de los años treinta. Miles de comunistas, socialistas y anarquistas fueron ejecutados para consolidarse en el poder, sin remordimiento de conciencia, ‘Pepe’ Stalin.
En la actualidad las ‘purgas’ políticas son de guante blanco, pero con acciones firmes y mala leche. No hace mucho, tras celebrarse la asamblea de Podemos en Vistalegre 2, donde se dirimía entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón la capacidad de liderazgo y el proyecto ideológico de futuro de la formación de extremada izquierda, el ganador de la larga contienda fue Iglesias con un porcentaje elocuente de adhesiones de los distritos y ‘distritas’, como comentaría, sin sonrojo, a los medios de comunicación, Irene Montero.
Íñigo, el becario de la Universidad de Málaga que con dinero público andaluz no concluyó un estudio sobre, (atentos) ‘La vivienda en Andalucía: diagnóstico, análisis y propuestas de políticas públicas para la desmercantilización de la vivienda’, sólo obtuvo en la reunión asamblearia el apoyo de un 40% de sus afines, por lo que se sintió no sólo extrañado sino extreñido por el resultado. Al parecer, Pablo Iglesias e Irene Montero, la psicóloga, hoy primera dama y ‘portavoza’ del movimiento resurgente tras el 15M, que además cohabita en amor y compaña con la autoridad refrendada, entendieron tras sesudos y ponderados análisis, que Íñigo debía ser depurado con aceite de ricino y sus cercanos apóstoles diputados en el Congreso elevados a ocupar como las gallinas ponedoras, las últimas filas del hemiciclo huero.
Pero la benevolencia y la democrática comprensión del jefe de la nueva casta ha sido confirmada con un índice profético señalando a don Íñigo, de ‘malagón’, como futuro candidato a la presidencia de la Comunidad de Madrid. Mientras tanto el bebedizo de ricino depurará, lentamente, al encanijado podemita con la duda de que llegue a los comicios en plenas facultades físicas. Como verán, las purgas políticas se suceden en la historia con la más cínica naturalidad.