Personalmente me alegro muchísimo de que los hermanos musulmanes hayan escogido los Jardines del Triunfo este año para celebrar el fin del ayuno del Ramadán pese a las críticas surgidas en algunos ámbitos sobre la idoneidad del lugar para tal fin. Sin ser musulmán aplaudo el gesto porque plaza tan señera, con mayor simbología solidaria y mayor Amor, con mayúscula, es improbable encontrar en Granada para expresar la interculturalidad y la interreligiosidad en una ciudad en la que históricamente han convivido, y continúan haciéndolo, diferentes civilizaciones y creencias.
Los hermanos musulmanes, y sobre todo el imán de la mezquita mayor, deben saber que probablemente sin tenerlo en consideración, han estado rodeados en su celebración de la Inmaculada Virgen, de Juan de Dios y de Fray Leopoldo, y les aseguro que mejor compañía es difícil de reunir para su respetable acto religioso. Algunos exagerados hablaron de agravio y se suscitó la polémica porque muchos bien pensados consideraron el hecho como una provocación. Pero nada más lejos de la fortuita casualidad. De ahí que no considere, personalmente, la cuestión como sustancialmente grave. Han sido poco comprendidas, inoportunas e incluso surrealistas las explicaciones y pretextos de imanes, Consistorio local, laicos portavoces, mayores cofradieros y arzobispales advertencias, porque el sencillo pueblo que habita entre nosotros lo que desea, mayoritariamente, es paz, concordia y respeto.
En esa plaza ajardinada de rezos y cánticos eucarísticos en el año 1957 se celebró el acto central del IV Congreso Eucarístico Nacional, y en ella se funden en iconográfico bronce del escultor Miguel Moreno los sacrificios y desvelos por el prójimo de Juan de Dios, el santo portugués que se consumió en Granada ayudando a débiles enfermos y menesterosos. Hoy, los hermanos de la Orden Hospitalaria vienen ejerciendo su ejemplo en todo el mundo. Del beato fray Leopoldo, cuyos restos reposan a unos metros de la plaza, podríamos decir que vivió con obsesiva persistencia su papel de limosnero para atender a los más necesitados. Desde su sencillez y humildad, trabajó y vivió por y para los pobres y a los ricos les sacó más de lo que pretendía. El fraile de la barba blanca, el fraile de la capacha, en momentos difíciles de una España empobrecida, dejó en el constante silencio que le acompañaba un rastro de hacer el bien sin mirar a quien. Y presidiendo los jardines el monumento a la Inmaculada Concepción, de Alonso de Mena, triunfante en el Triunfo de la verdad teológica. La Virgen María, como siempre, acogiendo a sus hijos que se acercan a ella implorando. Aunque recen otros rezos. ¿Qué se puede esperar de una madre?: Amor, comprensión, tolerancia, ternura, generosidad…
La plaza del Triunfo es un templo abierto, sin ser un lugar sagrado, porque concita muchas adhesiones de los católicos pero, de ninguna manera debe hurtarse a otras confesiones para noble uso, porque se trata de un espacio público. Esta semana, el periodista de esta Casa Javier F. Barrera nos acercaba al distrito Norte donde párrocos católicos, religiosos mormones, imanes musulmanes y pastores evangelistas van a compartir trabajo, ayuda y colaboración desde la que se denomina Mesa de Diálogo Religioso por la Convivencia.
Pinta bien el intento. Que el Dios de todos les dé fuerza, paciencia y sabiduría a los representantes de la Mesa para obtener los mejores frutos en beneficio de los vecinos, creyentes o no, de aquella zona tan cercana, tan próxima y tan olvidada por las administraciones.