Hemos sufrido una semana de amargura y de rabia contenida, tras el frío y calculado asesinato, «macabro plan criminal», del pequeño Gabriel. Los psicópatas andan sueltos y no están muy alejados de cada uno de nosotros. Estos depredadores, al margen de su sexo, nacionalidad, edad o color de piel deben recibir su justa penitencia y, al menos, atenerse al castigo ejemplarizante de la Justicia que la impone y dicta el poder legislativo. De ahí el clamor popular de la mayoría de los ciudadanos que han pedido al Gobierno, después de tantos actos punibles, la mayoría de ellos con el agravante de abuso sexual, unas leyes menos garantistas para los criminales. Leíamos estos días una carta del abominable, sádico y despreciable personaje ‘El Chicle’, autor confeso de la muerte de la joven Diana Quer, en la que se jactaba, soberbiamente, en una misiva a sus padres: «Me van a pedir homicidio, pero a los 7 años ya estaría fuera». A este individuo, aún aplicándole la cadena perpetua, si es que existiera en nuestro país, al igual que a la confesa asesina del pequeño Gabriel, cuando salgan de la mazmorra, en la que suelen vivir de lujo y con escolta, volverán a integrarse en la sociedad igual o incluso con mayor rencor y maldad. Para los psicópatas no es posible la reinserción social, sencillamente, porque son enfermos del mal. Y la maldad, que de escolares nos la representaron con Lucifer, Satanás, Belial, Samael o Asmodeus, no tiene cura.
Una vez más la Guardia Civil ha demostrado profesionalidad y competencia en el caso del ‘pezqueñito’ Gabriel y ha podido comprobar no sólo la gratitud de los padres y de la familia de la víctima por el incesante y eficaz trabajo realizado en la búsqueda e investigación del suceso sino también el de la sociedad que se siente orgullosa y protegida por el Benemérito Instituto.
Bien por el ministro Juan Ignacio Zoido, que igualmente se ha ganado la simpatía de los ciudadanos por su firme decisión, desde el primer momento de la desaparición de Gabriel, y porque de la manera más natural nos ha enseñado su lado más humano y cercano que en un político, con rango de ministro, es de agradecer.
El ministro Zoido, por una razón de justicia, también se ha llevado los mejores titulares y elogios esta semana tras firmar con policías y guardias civiles un acuerdo de subida salarial. El acuerdo supone un aumento medio de 720 euros en los próximos tres años para los guardias civiles y de 560 euros para los policías nacionales. La medida, que el ministerio de Interior ha calificado de histórica equipara salarialmente a estos cuerpos con otros de ámbito autonómico, lo cual era un disparate y un agravio comparativo.
Hay que aplaudir la buena disposición del Gobierno y del ministro Zoido por haber conseguido culminar un acuerdo con sindicatos y asociaciones para poner fin a una situación de manifiesta injusticia.
Los españoles de bien nos sentimos orgullosos y honrados con los Cuerpos de Seguridad que, en todo momento, dan muestras de su responsabilidad y eficacia y bien merecían este trato igualitario. Hay que recordar el gran mérito que han tenido siempre, observando con la paciencia del Santo Job, la disciplina, el deber y el honor, anteponiéndolo a sus intereses económicos. Dios y la voluntad popular nos conserven, por muchos años, a ambos Cuerpos que crecen como hongos los psicó- patas, criminales, violadores, corruptos, estafadores y ladrones y ellos saben cómo cazarlos.