Recuerdo que cuando era pequeñito le preguntaba a mi madre si los obispos hacían pipí, porque yo los observa, saliendo del palacio arzobispal con aquellas mitras, báculos y capas recogidas por acólitos que los idealizaba de tal modo que, en mis cortas luces, creía que eran como ángeles celestiales asexuados desprovistos de toda carga fisiológica humana. De igual forma, de mayor, conocí a los jueces por vía casi parental, y observé que con el complemento del birrete y togado resplandor áureo, dentro del vestuario ceremonial, había personas que respondían a unos patrones coherentes con la pluralidad y diversidad humanas. Continuar leyendo →