La Gestión Ilustrada frente a la Doctrina del Shock

«No es signo de salud el estar bien adaptado a una sociedad enferma»

J. Krishnamurti

Vivimos tiempos complejos. Esta afirmación no aporta nada nuevo. Y ése puede que sea el problema: acostumbrarnos a ello.

Primero fue la sorpresa de la caída del sistema financiero, del desajuste global de la economía y de la desaparición de cientos de miles de millones de euros por la alcantarilla de unos mercados desregulados y en los bolsillos de la especulación más voraz.  Tras la confusión inicial, cuando se desencadenó la actual crisis, sufrimos una cierta desorientación al sernos ajenas las causas reales que la provocaron y no saber cómo afrontar un porvenir incierto.

Luego nos fueron adiestrando con noticias cada vez más devastadoras para hacernos sobrevivir tratando de olvidar, cuando menos cerrando los ojos, el caos de la economía, de las cifras de paro, del estancamiento y de las medidas opresoras impuestas desde las administraciones, centrales y europeas. Y en este discurrir de los acontecimientos, no nos damos cuenta de que todo lo que incrementa nuestro miedo o nuestra angustia decantará el equilibrio entre regresión y crecimiento del lado de la recesión.

Sorpresa, confusión y desorientación son los elementos clave para que se produzca el shock psicológico que provoca la pérdida de memoria, la limpieza de toda voluntad. Así, se puede construir sobre esa tabla rasa un nuevo modelo de comportamiento individual y colectivo. Esas fueron las técnicas desarrolladas el siglo pasado por E. Cameron para tratar a pacientes con trastornos psicológicos; los resultados no fueron los esperados (ni los deseados) al someter a aquéllos a sesiones de electroshocks de consecuencias inhumanas e irreversibles (recuerden a Randie McMurphy, protagonista de “Alguien voló sobre el nido del cuco”, magistral obra de Ken Kesey).

Sobre estas mismas claves sustentaron M. Friedman y sus pupilos de la Escuela de Chicago los métodos recomendados para instaurar un neoliberalismo demoledor en países como Chile, Argentina, Inglaterra, Líbano, Rusia, China, etc. Economías que abrazaron capitalismo y libertad en un mismo e indivisible proyecto con el que los ricos serían inmensamente más ricos y los pobres … miserables.

Privatizaciones, desregulación y recortes en los servicios públicos han dado paso a sistemas que siguen usando el miedo al futuro y la incertidumbre como bazas principales para mantener a la población amordazada y engañada con el espejismo de un consumismo banal e inmediato y normativas que dicen mejorar la crítica situación, cuando en realidad se están poniendo en manos de grandes empresas las herramientas para seguir abriendo la brecha salarial entre trabajadores y directivos, entre las economías domésticas y las opulentas.

El sueño de igualdad económica es muy popular y, por tanto, muy difícil de derrotar en una lucha justa, es por ello que se adopta como estrategias estatal/empresarial la doctrina del shock (N. Klein), para someter la voluntad de los ciudadanos/empleados. Pero estos han de guardar su memoria individual y la colectiva para resistir ante las amenazas permanentes de gobiernos y corporaciones y para reconquistar su futuro a pesar de estos, no gracias a ellos.

En oposición a esta doctrina del shock, deberíamos recuperar para gobiernos y compañías la gestión ilustrada, definida por A. Maslow como “la disciplina que no trata de usar nuevos ardides, nuevas tretas o tácticas superficiales que se puedan emplear para manipular con más eficacia a las personas. Más bien es una clara confrontación entre un conjunto básico de valores tradicionales y otro sistema de valores más nuevo que dice ser más eficaz y verdadero. Se basa en unas consecuencias realmente revolucionarias del descubrimiento de que la naturaleza humana no ha sido tratada históricamente como merece”.

Aunque sus ideas tienen ya medio siglo, siguen demostrando que representan la manera más sencilla de decir que la gestión adecuada de la vida laboral del ser humano, de la forma en que se gana la vida, puede mejorarle a él y puede mejorar el mundo; en este sentido, puede que fueran unas técnicas utópicas o revolucionarias, pero necesarias al tratar de crear las condiciones sociales para que las metas del individuo coincidieran con las metas de su organización y, por ende, de su gobierno.

Decía M. Meyerson: “Puesto que preas son tan eficaces, si no incluyen en su agenda trabajar en pro de la comunidad, del medio ambiente, de la vida familiar y del aspecto más general de quiénes son y qué son sus empleados, perderán la capacidad de ofrecer una vida mejor al individuo. Y esto es importante, porque la gente no trabaja simplemente por su dinero […] Habrá quien tenga la sensación de que incluir los recursos humanos en el balance se acerca demasiado a lo que se hacía cuando los esclavos eran vistos como una propiedad, es decir, como un activo”.

Y puede que sea así como se sigue tratando a empleados y ciudadanos, como activos con los que jugar en un balance social en los que ellos siempre serán los perdedores, a no ser que los gobernantes y directivos tomen conciencia de que lo que es beneficioso para el individuo es beneficioso para toda la sociedad.

O habrá que hacer que así lo entiendan.

 

José Manuel Navarro Llena

www.twitter.com/@jmnllena

 

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