La disrupción que vino de China.

En menos de un mes arrancará el año nuevo chino y, con él, el mayor desplazamiento de personas de esa nacionalidad, bien para viajar a sus lugares de origen, para celebrar la también llamada Fiesta de la Primavera, o bien para visitar otros lugares del mundo. Mientras que en el país asiático la economía se ralentiza debido a la bajada en la producción durante los días festivos, el resto del mundo se prepara para acoger a millones de turistas chinos dispuestos a gastar en sus establecimientos.

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Para todos los países receptores de este turismo masivo es una oportunidad para generar ingresos; pero también es un reto, ya que este turismo está protagonizado por una pujante clase media, cada día más numerosa y con mayores recursos económicos, que ha mostrado una alta adopción por las nuevas tecnologías y una irrefrenable apetencia por los dispositivos de última generación.

Mientras que en las economías occidentales su más de medio siglo de historia en el uso de las tarjetas de crédito está dificultando el despegue de otros medios de pago digitales, en China no cuentan con esta tradición, habiendo pasado casi literalmente del pago en efectivo al uso masivo del comercio electrónico, lo cual ha facilitado la rápida expansión del móvil para hacer cualquier transacción económica, incluido el pago en establecimientos físicos. De esta manera, empresas que empezaron liderando el mercado chino de comercio electrónico y de redes de mensajería instantánea, como Alibaba y WeChat, han aportado sus soluciones de pago móvil, Alipay y WeChat Pay, para un conjunto de usuarios que ya supera los quinientos millones y que espera duplicarse para 2023, previendo alcanzar en esta fecha un volumen de operaciones que rozarán los 100 billones de dólares. Estas cifras no tienen en cuenta la expansión de estas aplicaciones hacia los países de influencia de China como India, Pakistán, Malasia, Taiwán…, en cuyo caso se verían duplicadas, como mínimo.

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Merece la pena prestar atención a las cifras que este conjunto de consumidores potenciales, más allá de sus fronteras, empiezan a mover ya que suponen un desafío para todas las empresas que tengan interés en ofrecerles sus productos y servicios, no solo en ventas transfronterizas, sino en operaciones en comercio minorista físico. Según un reciente informe de Frost & Sullivan, el 65% de los turistas chinos han usado sus aplicaciones móviles para realizar compras en el extranjero, unas seis veces más que el turista no chino. Lo cual pone en evidencia la necesidad de orientar las plataformas de pago hacia un segmento de mercado que está requiriendo ser atendido con sistemas exclusivamente digitales. Este hecho ha atraído la mirada de inversores que quieren entrar en el mercado de pagos móviles a nivel local y global pero, sobre todo, ha propiciado la búsqueda de alianzas con las grandes plataformas chinas para que sus usuarios puedan pagar con sus móviles en los establecimientos “occidentales”.

Aunque se aprecia interés por atender a unos consumidores altamente digitalizados, gran parte de los minoristas de los países que más atraen a los turistas chinos aún no han hecho una apuesta clara por instalar y promover soluciones de pago móvil para sus propios clientes (como consecuencia de que estos todavía siguen usando en mayor medida el efectivo y las tarjetas de crédito/débito). Ante esta paradoja, los proveedores de servicio chinos se han enfocado en mejorar la seguridad de sus plataformas y ampliar las funcionalidades para dar la imagen de que están aportando un sistema altamente fiable y rentable para el comercio adquiriente, de manera que esta ventaja les pueda valer para romper la baja inercia de adaptación de soluciones de pago a dispositivos móviles por parte de los propietarios de aquellos establecimientos.

El sector de los pagos móviles a nivel europeo y americano lo han liderado inicialmente las empresas financiero-tecnológicas (Fintechs) y después se han sumado la banca tradicional y las grandes tecnológicas. En cambio, en China han sido las grandes plataformas de comercio electrónico (Ant Financial-Alibaba) y redes sociales (Tencent-WeChat) quienes han creado ecosistemas financieros integrales a partir de su negocio principal, creciendo exponencialmente en cuanto a innovación y consolidación de relaciones con sus clientes. A ellos les han seguido instituciones financieras tradicionales (Ping An Insurance Group, China Construction Bank…) que han aprovechado sus alianzas estratégicas, y un reducido grupo de fintechs (Gome, Suning, Wanda Group…) que tratan de buscar un hueco diseñando nuevos productos a partir de la minería de grandes bases de datos explorando los clientes que escapan a la red financiera tradicional.

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Si fuera de China las empresas se han movido creando canales verticales especializados en la oferta, en China han partido de una extensa red de clientes fidelizados a los que les han ofrecido una amplia gama de servicios financieros, parafinancieros y de ocio prestados a través de un canal único, aunque con diferentes submarcas adaptadas a la prestación de soluciones a medida de cada segmento. Ello ha favorecido su escalabilidad y el avance hacia otros mercados donde sus usuarios esperan ser atendidos como en su país. Aquí es donde surge una oportunidad de negocio dando el salto tecnológico. ¿Estamos preparados?

José Manuel Navarro Llena

@jmnllena

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