«La Sociedad Comprometida»
Es curioso como a veces se contraponen ideas difíciles de conjugar en el territorio, y por ende en el urbanismo. Verán, les cuento. Hace poco se publicó una noticia muy interesante en prensa, sobre el grave riesgo de despoblamiento que sufren los municipios españoles en general, y en toda la meseta norte en particular. Hace tiempo ya publicamos varios artículos hablando de esta problemática, como “Pueblo busca gente” o “Pueblo Social”, en los que poníamos de manifiesto, como muchos pueblos quedaban en absoluto abandono, por cuestiones de éxodo, trabajo, envejecimiento…, y cómo desde diversos sectores sociales y asociaciones se estaba fomentando su repoblación y restauración.
Todos estamos de acuerdo con que el ámbito rural, y su permanencia, es absolutamente necesario, como pone de manifiesto por ejemplo, la política agraria comunitaria, y cómo se ha hecho notar en las políticas de la UE, que han fomentado la inversión y reestructuración del ámbito rural en todas sus facetas. Así mismo todos nos sentimos un poco vinculados a lo rural en tanto en cuanto representa para muchos la esencia de lo que somos, nuestras raíces, lo que muchos conocemos como “volver a nuestro pueblo”. Dónde lo natural, lo tranquilo, lo “de siempre”, prevalece sobre todo a lo que normalmente estamos acostumbrados en nuestro día a día.
Por otra parte también se ha llegado al consenso, de que el urbanismo sostenible pasa por la densificación, por la ciudad compacta. Esa ciudad en altura que reduce las necesidades de desplazamiento y contaminación, que fomenta la agrupación de usos y su reparto equitativo, en pro de espacios verdes que mejoren la calidad de vida de los que la habita.
Pues bien, tenemos dos realidades complejas que hemos de reconciliar, a una escala territorial a veces tan diversa, que parece irreconciliable. Y sí es un problema, ya que mantener los pueblos es tan necesario como caro, y mejorar la calidad de vida en las ciudades tres cuartos de lo mismo. Ciertamente a un poblamiento agrupado es más barato y eficiente dotarlo de servicios, pero el hecho de que los asentamientos rurales se extingan supone también la pérdida del mantenimiento de nuestro patrimonio natural, etnológico y agronómico, y eso es un precio que no estamos dispuestos a pagar.
Esto que a priori parece contrario, me recuerda al el yin yang, un famoso principio de la filosofía china, en donde el yin y yang son dos energías opuestas que se necesitan y se complementan, la existencia de uno depende de la existencia del otro. Y esto en la planificación urbanística es más común de los que parece. La extinción de muchos municipios, por la propia evolución de la sociedad moderna, es algo a lo que hay que ponerle remedio, porque en todas las facetas de la vida el equilibrio es necesario.