En la noche electoral del 25 de marzo, José Antonio Griñán fue el muerto que se levantó del entierro, cuando hasta los suyos se habían desprendido del pin de la solapa para hacerle una corona de flores. En una pirueta fúnebre, Pepe Griñán se convirtió el pasado fin de semana en el único político que se ha organizado su propio sepelio -todo dicho en plan metafórico-.
Eso fue el congreso de los socialistas andaluces: un lugar en el que esparcir las cenizas de un pasado victorioso y ahora marchito para abonar el florecimiento de una nueva líder.
Los que fueron de Griñán y siempre han sido de Susana están muy contentos.
El socialismo andaluz ha recuperado la moral hasta tal punto que en la tienda de merchandising pretendían vender abanicos en pleno mes de noviembre.
Los críticos han abrazado el susanismo como única fórmula de supervivencia y Susana Díaz ha aprovechado que tenía el camino expedito para hacer un partido a su medida, donde tras el número uno no viene el dos sino el resto.
Me quedo con la reflexión que hizo a la salida del cónclave alguien que desde su jubilación todavía puede mover internamente al partido. Me contó que Susana Díaz ha sorprendido a todos “gratamente”, el primero a él. Que en poco tiempo ha “ensanchado mucho su espacio” y que ahora tiene que empezar a tomar decisiones. Que, de momento, Susana “ha hecho lo más fácil, que a menudo es también lo más difícil”. Y que ni ella ni ningún dirigente del PSOE andaluz está en condiciones de disputar unas primarias al federal para las que Rubalcaba no está ni descartado ni todo lo contrario.
En definitiva, los barones del PSOE han dejado que Susana Díaz ascienda en dos meses al estrellato, que también puede ser el camino más corto para estrellarse. Y una vez arriba, ella ha elegido desenvolverse sola.
Si acierta, se convertirá en la nueva líder de un socialismo al que Zapatero dejó sumido en un permanente dilema. Si se equivoca, empezarán a cuestionarla.
A falta de enemigos, ella misma se ha creado su sector crítico para tener de quien defenderse.
Se llama Mario Jiménez, aunque puede que él todavía no lo sepa.
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